Pobre Pedro. De verdad que lo está pasando mal. Nadie piensa en él. Ya no duerme arropado por las manos con su amigo Pablo. Pedro ... y Pablo, los Picapiedra del siglo XXI, pero con las mismas luces que los de la prehistoria. Pedro ve cómo sus nuevos amigos ya no quieren jugar con él, y no le tienden la mano para que la ley del “sí es sí” se parchee. Ojo, que si algo está mal es lógico arreglarlo, pero es curioso que se haga justo ahora que la sociedad clama al cielo por los violadores que campan a sus anchas por las calles gracias a la chuli ministra de Galapagar. Y Pedro se había puesto serio, firme, había abrazado a los mal llamados progres y les había asegurado que con su “vale por un voto” los jóvenes no iban a poder ir a los toros. Ya sabemos que para los que quieren romper España, que son los que la gobiernan con Pedro, lo que huela a nuestro país les produce sarpullidos. Lo próximo era prohibir la tortilla de patatas, la paella y hasta la siesta. O no, que eso de comer beber y no dar palo al agua sí que les gusta. Pero las malas personas del Supremo le han dicho a Pedro que no, que eso no puede ser, que los toros son cultura y que tiene que incluirlos en la oferta de compro tu voto. Pobre Pedro. Cómo se les ocurre cometer semejante fechoría. Y claro ¿no ha sido hace poco que Pedro ha estado intentando controlar el Supremo? Todo cuadra, todo tiene sentido. Pedro es listo (y guapo), pero los jóvenes taurinos lo son más. El otro día una enfermera me comentaba mientras me sacaba sangre (las pobres cuentan lo que sea para que pasemos ese mal trago sin mucho traumita) que su hijo era muy taurino, y estaba indignado de no poder gastar ese dinero en ir a los toros. Pero ¡ay Pedro! Que vivimos en el país de la picaresca, el chico en cuestión compró videojuegos, los vendió de segunda manos y listo, ya tenía el dinero. Ole por él, por el chaval claro (y nunca mejor dicho). Los toros son cultura. Mezclan arte, liturgia, historia, tradición... Eso es cultura. Otra cosa es que a todos nos tengan que gustar todas las manifestaciones culturales, que no es así. Al que no le gusten los toros que no vaya y, si poco a poco, la gente dejar de ir, pues los toros se terminarán. Como es lógico. Lo malo es que en esta nueva izquierda pseudo progresista la idea es clonarnos a todos para que seamos como ellos quieren. Por las buenas o por las malas. En fin, que el Supremo es malo por decir que los toros son cultura, que Pedro quiere controlar al Supremo para que no se salga del tiesto (por malos, claro) y que ¡Pobre Pedro!
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