“El ser humano es muy peligroso y el reportero de guerra lo sabe mejor que nadie”. La brutal y poco complaciente frase para con ... los de nuestra especie, es del escritor y ex reportero de guerra Arturo Pérez-Reverte. Sin anestesia previa al desprevenido espectador, la suelta en uno de los testimonios incluidos en “Los ojos de la guerra” el documental de Roberto Lozano que estos días emitía en distintos canales de televisión como recuerdo a dos de nuestros mejores reporteros de guerra fatalmente asesinados en Burkina Faso, mientras grababan un documental de cazadores furtivos. Me refiero a Roberto Fraile y David Beriáin, ambos presentes en la película, el primero como director de fotografía, el segundo como uno de los protagonistas que nos hablan de su peligroso, admirable y vocacional oficio.

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“Yo estaba grabando mientras mataban a esa persona y eso es algo que ensucia. Pero tienes que estar ahí para dar testimonio” explica el propio David al tiempo que se emiten unas salvajes imágenes en las que unos cuantos soldados americanos desde una azotea abaten con alegría de jugadores de videojuego al bulto sospechoso que camina por las calles de Bagdag o Kabul, como en cualquier otra zona de guerra donde la vida humana vale menos que las metralletas de los soldados enviados a aniquilar a esos semejantes desconocidos, detectados como el enemigo, en cualquiera de los conflictos que no supimos solucionar con la diplomacia de las palabritas finas. “Hay que sufrir el dolor de las víctimas, si no lo sufres no vas a poder transmitir con decencia nunca” dice Gervasio Sánchez, otro de esos reporteros que envió sus crónicas desde la guerra del Golfo, Bosnia o cualquier país latino o africano donde las balas más que llegar en los sobres acolchados de nuestra política doméstica, silban por encima de las cabezas asesinando al de enfrente y de vez en cuando al compañero con el que a diario comparte habitación, miedo, rabia, heridas y ordenador.

No van a salir indemnes después de contemplar este documental, pero por favor, si no lo han visto no se lo pierdan. Aunque no lo parezca, gracias a las miradas que nos administran estos valientes en mitad de nuestro almuerzo, quién sabe si quizás estemos a tiempo de reflexionar y evitar muchos de los disparates que inconscientemente alimentamos a diario.

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