PEDRO Sánchez creó varios ministerios vacíos y se olvidó de parir uno contra la España vaciada, que hubiera sido más que necesario. Secuestrado por las cuotas del primer gobierno de coalición, entregó carteras a diestro y siniestro, o mejor dicho, solo a mano siniestra y ... más allá, para contentar al socio aunque fuera a costa de alumbrar el ejecutivo más numeroso de la democracia.
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Ya lo dejó claro Manuel Castells en su toma de posesión como responsable de Universidades. El profesor no le veía sentido a separar su cartera y la de Ciencia y lo dijo en público mientras la recibía. Entonces los asistentes estallaron en una carcajada, como si Castells no lo hubiera dicho en serio. Meses después, en uno de los pocos días de trabajo que se le recuerdan, compareció ante los medios para poner en duda la utilidad de su cartera, porque las universidades son autónomas y las competencias están transferidas a las comunidades. Dos años después, el profesor se marchó por prescripción médica y porque cuando no haces mucho, se está más a gusto sin que nadie te pregunte por lo que haces.
Alberto Garzón fue producto también de aquella pedrea institucional de la formación de gobierno. Había que darle una silla al de Izquierda Unida, que no paraba de pedir un ministerio. Como no sabían dónde ponerle, Sánchez se inventó otra cartera aparentemente inocua para justificar su sueldo.
Lo que entonces no supo valorar el presidente es que no le puedes dar un cargo tan relevante a alguien que dice lo que piensa, pero no piensa lo que dice. En el caso de Castells, se quedó en una anécdota porque sus salidas de tono no salpicaron a nadie. Pero en el de Garzón, la incontinencia verbal le ha costado incendios con la Monarquía, los fiscales, los jugueteros y los ganaderos. Y este último episodio ha reventado la precampaña electoral en Castilla y León y demostrado a la vista de todos que el presidente no tiene poder para cesarlo.
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Podríamos pensar que a estas alturas Pedro Sánchez ya ha aprendido la lección, pero no es así. El nombramiento de Joan Subirats como sucesor de Castells confirma que el jefe del ejecutivo sigue dispuesto a correr riesgos. El nuevo titular de Universidades se estrenó con una falta de ortografía en Twitter y con la petición de un referéndum para Cataluña, como si eso tuviera algo que ver con su departamento. Estos días me he acordado de que Japón creó el año pasado un ministerio de la soledad. Una iniciativa que ya se había puesto en marcha en el Reino Unido durante el mandato de Theresa May. Esa cartera sería mucho más necesaria en España que las de Garzón o Subirats. La soledad es una lacra que va a más, igual que la despoblación. Y sin embargo, aquí mantenemos ministerios vacíos y nos falta un ministro que se dedique a ayudar, de verdad, a la España vaciada.
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