El intervencionismo del Concejo en el comercio fue un hecho desde los primeros tiempos de la repoblación pues los moradores de los extramuros de la ... ciudad reconocían al alcaide del Alcázar el derecho a percibir el pecho o tributo que habían de satisfacer sus géneros a la entrada por cualquiera de las puertas y portillos que tenía la muralla y que eran: San Vicente, de los Milagros, del Río, San Polo, Puerta Nueva, Santo Tomás, Sancti Spíritus, Toro, Zamora, Villamayor, San Bernardo, San Hilario y Puerta Falsa.
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Ya en el siglo XVI estaban sometidos a tributo en Salamanca una porción considerable de productos, destacando aceite, algodón, lana, hierro, acero, lino, cáñamo, resina, manteca, vinos, pescado, tocino, embutidos, legumbres, carnes o pan.
El nombre de fielato le viene del fiel, aguja de la balanza que servía como patrón de pesas y medidas, que se guardaba en su recinto y se usaba para pesar los productos y cobrar las tasas correspondientes. Ejercieron un cierto control sobre la sanidad de los alimentos y mercancías por lo que en el siglo XIX se denominaron “Estación Sanitaria de Abastos”, aunque su misión fundamental fuera la recaudación del impuesto correspondiente. También se llamaron “Resguardo”.
Fueron denominadas también como “Casetas de Consumo” estando constituidas en la mayoría de los casos por una edificación más o menos estable, en forma de casilla, de reducidas dimensiones para colocación de una mesa para el agente de consumos y otra para la rendición del pago.
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Las últimas casillas que existieron tuvieron la siguiente ubicación: A la entrada del puente romano, junto al machón de la derecha que luce el escudo de la ciudad colocado en 1677 cuando finalizaron las obras de reconstrucción, en una caseta de madera para las mercancías que llegaban por las carreteras de Ciudad Rodrigo, Cáceres y Madrid, que luego pasó a ser de obra de fábrica. Terminado el puente metálico de Enrique Estevan, se colocó otra caseta en 1914 frente a la estación de Servicio de gasolina de Manuel Lorenzo, que fue la última derribada en 1968.
Al final del jardín de las Salesas, paso obligado de las carreteras de Fuentesaúco, Zamora y Valladolid, se construyó la caseta más bonita de las que sirvieron como fielato, en obra de fábrica, con puerta metálica, dos ventanas de dintel ligeramente curvo por delante y otras tres alargadas por la parte posterior, dotada con techo de teja plana a dos aguas, que todavía existe. Estaba junto a varios merenderos situados antes del descampado a cuyo final construyó el ganadero Manuel Cesáreo Angoso la casa Eguzkira, de estilo vasco. Seguían hacia la carretera de Valladolid las instalaciones del Instituto de Higiene Victoria.
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Frente a la estación del ferrocarril y la calle de Magallanes existió otro fielato denominado “Estación Sanitaria”, por aquello de que no se permitía el paso de animales muertos si no iban acompañados de la correspondiente guía.
En la carretera de Ledesma y en su lado izquierdo, pasada la vía del ferrocarril de la frontera portuguesa existió otro fielato, junto a la fábrica de Elpidio Sánchez Marcos, luego la célebre empresa de asfaltos Elsan.
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Otro fielato estuvo situado en la avenida de Federico Anaya, más arriba del grupo escolar, junto al puentecillo y más acá de los Montes Blancos.
Del existente en “Las Pajas”, hacia Cabrerizos, no recuerdo su ubicación.
Con la desaparición en 1963 del Impuesto de Consumos se derribaron los fielatos, que no tenían ya sentido en una España que empezaba a despegar en su faceta económica, dejando atrás los años de la posguerra con sus matutes, (introducción de mercancías al amparo de la noche) y la picaresca: “Una señora formal / compró un conejo barato / y al pasar por el fielato / lo escondió en el delantal”.
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