La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos.

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No queremos verlo pero estamos viviendo en la ... distopía de Orwell. Ya tenemos el Gran Hermano que nos vigila (comunicaciones embargadas, escuchas masivas...), la Policía del Pensamiento (ley de delitos de odio) y la esperada neolengua (el aberrante lenguaje inclusivo). Orwell tuvo tanto acierto en sus elucubraciones que parece mentira que su novela «1984 » fuera publicada hace 70 años.

Me produce pavor el nivel de solícita coacción al que están llevando a la libertad de pensamiento en este, y en otros, países. Dicha intimidación está alcanzando cotas inimaginables; hasta el punto de que, por instinto de conservación social, no se puede pronunciar un parecer discrepante a la corriente más coléricamente voceada.

De alguna perversa manera la sociedad actual ha logrado estigmatizar, y en casos extremos censurar, la libertad y la diversidad de pensamiento y de opinión. Sólo si tu opinión confluye con determinados movimientos sociales será una opinión válida, si esta discrepa de la corriente, estás vendido. Es peor que una dictadura.

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Por poner un ejemplo podría citar a Alex Jones, o a Scott Horton pero voy a centrarme en un caso más cercano. La semana pasada la red social Twitter cerró la cuenta de «Un Tío Blanco Hetero». Para quien no conozca al individuo se trata de un chaval embozado que desde el anonimato graba videos exponiendo su opinión.

Tiene turmas que en los tiempos que vivimos, para rebatir al rebaño, sea necesario el anonimato, y tiene más narices que esas opiniones contrarias sean, con diligente prontitud, borradas y anatematizadas. Conste que la idea de censurar, se aplique a quien se aplique, se me antoja abyecta.

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La infección se extiende; Facebook, Google, Twitter y otros medios ya amenazan con sesgar los comentarios de personajes como el Presidente de los Estados Unidos.

Que yo sepa no ofende quien quiere sino quien puede. Esta sociedad nuestra persevera en demostrarse infantil y ofendidita. Es una sociedad de carácter veleidoso y parecer maleable –el tufo llega a impregnar a los togados-. Nuestra tierra está poblada por gentes de piel extrafina que no son capaces de soportar el roce de la palabra.

Sócrates decía que el conocimiento nos haría libres. Nunca antes el conocimiento estuvo tan al alcance de todos y nunca antes fuimos tan cautivos. La libertad vuela con alas de hormigón.

Cuando antaño leíamos o escuchábamos una opinión que no nos gustaba dejábamos de leer o cambiábamos de canal. Ahora necesitamos silenciar al que discrepa. Nos incomoda que esa persona pueda opinar, como al KGB en sus buenos tiempos. Ya no nos basta con no ver, ahora queremos también que nadie más lo vea. Y cuando todos estemos bien calladitos será demasiado tarde para quitarnos las cadenas.

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