La histórica goleada al Barcelona, que se une a cierto declive catalán, dicen algunos, me pilló de cena cerca del cható, mirando de reojo ... al reloj para no incumplir las normas horarias. Entre gol y gol se hablaba del impacto que el cierre de discotecas y la restricción horaria pueden tener en la “cultura” del ocio, que hemos convertido en una de las enseñas de la marca “España” y de si esto, definitivamente, nos hará “europeos” al uso; es decir, de cena a las ocho y en el “sobre” a las diez. Aunque queda por ver qué hará la “Resistencia”, en la que veremos a hosteleros y adictos a la noche. ¿Será una resistencia clandestina o irán al juzgado? De pronto, ha dejado de interesar el destino del “Emérito”, asunto atropellado por otra actualidad mucho más importante y que está provocando un interés por la literatura de la peste. Esta semana que termina se cumplieron setecientos nueve años del nacimiento del único rey salmantino, que fue, también, el único rey muerto de peste: Alfonso XI, llamado el Justiciero. Tenía de vecino a Franco, pero sabrá que ya no está, así que ahora solo tiene a su hijo Pedro I, el Cruel, con fama también de justiciero, como lo fue su madre, la fermosíssimaMaría de Portugal, que también se tomó la justicia por su mano. Me pregunto por qué Netflix no hace series de nuestro pasado, lleno de conspiraciones y puñaladas por la espalda, aun reconociendo que hoy el debate está en el virus: ¿salió de un mercado o un laboratorio? Y habrá serie.
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Murió el salmantino Alfonso XI de peste, cuando se sabía poco o nada de esta, al modo en el que hoy no lo sabemos todo del COVID 19. Hoy nos encomendamos a la ciencia y entonces, a los santos de la peste, San Sebastián, San Fabián y San Roque, aunque en la capital salmantina también teníamos nuestra confianza en San Boal. Antonio Cea, un sabio de las tradiciones y otras cosas del pasado, organizó en Miranda del Castañar una exposición dedicada a esos santos de la peste a los que sacó de sus hornacinas. Este domingo tocaba sacar a uno de ellos, San Roque, para que le bailasen sus vecinos y fuese acompañado por las calles, pero ya ve cómo estamos: ni San Roque está para fiestas. “Pues médico eres divino, con prodigiosas señales, líbranos de pestes, males, Roque santo peregrino” han recitado desde Joaquín Díaz y Ángel Carril, a Juan Francisco Blanco o Rosa Lorenzo, por ejemplo. De la devoción a San Roque da cuenta el número que calles que tiene en la provincia, por ejemplo, aunque no conozco a muchos que se llamen así. Subrayo hoy a Jesús Gómez Hoyos, torero salmantino, apodado “El Roque”, lo que no deja de ser curioso, al tiempo que confieso mi devoción por la mesa del “Roque” salmantino o por Lulu and the Rockets, que muchos dicen “roques”.
Si esta semana que termina recordamos a Alfonso XI, Federico Anaya, Francisco de Vitoria o Fernando Arrabal por diversos aniversarios, o a Díaz Ayuso y Almeida, por su paso por Salamanca; esta semana que entra y dobla a agosto habrá que estar pendientes de Margarita Robles, ministra, y recordar a Gonzalo Correas, maestro de refranes y dichos, en la semana en la que este diario cumple cien, cien años. Centenario en tiempos de pandemia, tiempos para creer en la ciencia y, por si acaso, en los santos de la peste: “San Sebastián era francés y San Roque, peregrino; y lo que tiene a los pies San Antón, es un cochino”. Tampoco La Alberca tendrá su Loa. Es lo que toca, y aquí ponga el taco o exabrupto que quiera.
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