John Milton, en su famoso ensayo de 1644 titulado Aeropagitica, defendía ante el Parlamento inglés la libertad de prensa (de impresión, decía), como uno ... de los valores más preciados. Milton exigía libertad para expresarse y discutir libremente y en conciencia. Para él esta capacidad constituía la mejor demostración de las libertades que podía gozar el ser humano. Esto sigue teniendo plena vigencia, aunque hayan transcurrido casi cuatro siglos no exentos de intentos por amordazar a los periodistas en tantos lugares del mundo. El primer “periódico”, entendido como unas hojas de papel de periodicidad irregular, que se conoció en Inglaterra daba noticias relacionadas con los primeros estadios de la Guerra de los Treinta Años. Paradójicamente, se imprimió en Holanda en 1620. Casi cincuenta años después, en plena Restauración, surgiría London Gazette, cabecera que todavía sobrevive.

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A lo largo del siglo XVIII puede decirse que la prensa periódica se popularizó hasta tal punto que sus contenidos eran objeto de debates y comentarios en todos los cafés y clubes de Londres. A pesar de la vida más o menos efímera de esta prensa, su influencia fue notoria. Todavía hoy a los historiadores les proporciona una valiosa información acerca de la política y de la vida social de la época. En el siglo XIX asistimos en el Reino Unido al nacimiento del periodismo profesional con publicaciones como The Times; y en el XX su competidor, el Daily Mail, llegó a alcanzar la asombrosa tirada de un millón de ejemplares.

Se ha identificado la libertad de prensa con el libre ejercicio del resto de los valores democráticos. Así debería ser, porque en un régimen con libertad de expresión y de opinión todo acaba por salir a la luz. Estamos ante un baluarte de libertades y por tanto no son deseables medios apesebrados (cuando no esclavizados) al servicio de los poderes de turno.

Últimamente hemos asistido a una gran eclosión de periódicos digitales. A fin de garantizar su supervivencia, cada vez son más los que cobran por los contenidos. Lo cierto es que desde hace años la prensa atraviesa una etapa de reestructuraciones, cambios de manos empresariales o incluso tristes y definitivas desapariciones. Por si fuera poco, no faltan estudios que señalan a España como uno de los países que menos confían en la independencia de los medios, acusados, con razón o sin ella, de manipular, ocultar, recortar o disfrazar la información. Además, menudean las voces que auguran malos tiempos para el papel. Por fortuna, las profecías no siempre se cumplen. En Salamanca tenemos un periódico –el que el lector tiene ahora en sus manos-- que acaba de cumplir cien años, cifra de la que pocos pueden alardear en España. ¡Ah! Y también se puede leer en versión digital. Gratis, por supuesto.

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