A propósito de la Ley del sólo sí es sí se acaba de ver, una vez más, que el neofeminismo se nutre, sobre todo, de ... mentiras. En este caso: a) Que la legislación española no ponía en el en centro el consentimiento; b) que la judicatura es en España machista y c)que España es un país muy peligroso para las mujeres.

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Fue la primera sentencia contra la llamada “manada”, que había ejercido de tal en un San Fermín de Pamplona, la que impuso el MeToo en España e hizo proclamar como necesaria la innecesaria defensa de la libertad sexual. Para el actual cambio legislativo se partió de la idea de eliminar el delito de abuso para convertirlo en agresión sexual y es en esa idea donde está hoy la clave del desastre legislativo.

Quien se opusiera a la reforma era cómplice de los crímenes. No se hizo caso a advertencias del Consejo General del Poder Judicial, de la oposición, de los abogados acerca de los efectos retroactivos de la ley. El ataque a los jueces y al sistema legal de la ministra de Igualdad es un ataque a la democracia que conculca un principio no escrito pero que está detrás de la división de poderes y que consiste en el mutuo respeto entre los representantes de dichos poderes,

Mas, sea como sea, no es la Ministra de Igualdad la única responsable de este bodrio. El Consejo de Ministros es un órgano colegiado y más de 200 diputados apoyaron la ley. Entre la mercancía fraudulenta que se ha empleado para explicar que algunos delincuentes sexuales condenados vean mejorada su situación tras la entrada en vigor de la nueva ley destaca que se culpe a jueces “machistas y reaccionarios”, olvidando que en España la mayoría de los jueces son mujeres.

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Daniel Gascón ha escrito a este respecto lo siguiente: “Mientras leemos consideraciones matizadas en una materia complejísima, algunos palafreneros asumen tranquilamente que se fuercen interpretaciones para atenuar la chapuza. Como ha escrito Pablo de Lora, “es sobrecogedor comprobar que cuando la aplicación del derecho beneficia al reo busquemos cualquier otro resquicio para traicionar la Constitución”.

Y yo no dejo de preguntarme: ¿cómo es posible que Irene y sus chicas se hayan apoderado de un Ministerio?

Un Ministerio que sólo produce disparates jurídicos (y todavía nos queda lidiar con la ley trans) y discursos populistas que las feministas de antaño detestan. Por suerte, no existe un único feminismo y uno espera que el feminismo de la igualdad acabe por expulsar de la vida pública a tantas mastuerzas como hoy lo okupan.

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