El próximo domingo celebramos el Día del Libro. En esa fecha (con las dudas correspondientes por los siglos transcurridos) e conmemora el aniversario de la ... muerte de Miguel de Cervantes, William Shakespeare y Garcilaso de la Vega.

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Tres genios de la literatura con vidas tan llenas de emoción como para que sus libros la destilen y sean verdaderas obras de arte. En Barcelona y como dirían mis queridos amigos de la Semana Negra de Gijón, “ponen a los libros a bailar”. Los sacan a la calle y los llenan de rosas. Y la celebración se duplica.

Siempre digo que la lectura supone vivir dos veces. Y que la cultura no tiene que guardarse en lugares oscuros inaccesibles, protegida por una intelectualidad infranqueable.

La cultura y la lectura han de ser el resorte que abre las puertas al conocimiento, al disfrute y a la felicidad.

Nada me ha reportado a mí tanto goce como la lectura, como ese aprendizaje que no cuesta codos ni lágrimas sino solo dejar que tu propia emoción, entreverada con la que emerge del libro te transporte a cualquier lugar y te permita duplicar tus propios sentimientos.

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La literatura me ha ayudado no solo a descubrir el mundo, a conocer a personajes increíbles y experimentar sensaciones diversas, sino también a fantasear, a crear y a amar mejor.

Leer te llena la cabeza de imágenes y de sueños, pero también te sacude el cuerpo y el corazón. Como siempre explico cuando presento mi ensayo “Lo que la primavera hace con los cerezos” (hoy mismo a las 20.00 horas, en el Casino de Salamanca, acompañada de mi buena amiga y también colaboradora de LA GACETA María Eugenia Bueno) la literatura y la vida giran en torno al amor.

También al desamor, a la pasión y la pérdida..., pero todo es amor. Si no hay amor previo no puede haber desamor y la pérdida no duele. En cuanto a la pasión...

Es un instante, una ráfaga de sensaciones que puede acabar o no en el amor. Si no lo hace, se desvanece y no deja siquiera el recuerdo.

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En cambio el amor, que afecta de una vez, como decía Voltaire, a “la cabeza al corazón y al cuerpo,” dure lo que dure, se queda en la memoria y deja una huella imborrable, a veces una dolorosa cicatriz...

Así que el día del libro no es más que el día del amor. Como todos los días de la vida, que son dobles y más hermosos cuando se lee. Leamos, pues y vivamos más.

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