En el magnífico libro “La disputa del pasado” (Turner, 2021), el coordinador, Emilio Lamo de Espinosa, ha escrito lo siguiente: “Hay en la expresión memoria ... histórica una vocación totalitaria. La memoria confundida con la historia como instrumento de propaganda”.
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Este libro, que recomiendo, pretende y consigue atacar la leyenda negra, es decir, al conjunto de prejuicios, tergiversaciones y difamaciones históricas contra la monarquía hispánica, España y lo hispánico a lo largo del tiempo.
El origen de esa leyenda negra sigue siendo incierto y algunos investigadores lo sitúan como reacción al impulso expansionista de la Corona aragonesa en Italia, iniciado en el siglo XIII, mientras que otros lo han ubicado en el siglo XVI, con ejemplos célebres, como la frase non placet Hispania que Erasmo de Rotterdam le escribió en una carta a su amigo Tomás Moro. Lo cierto es que este antihispanismo fue retomado tras la Independencia en México para construir un discurso nacionalista, con una narrativa saturada de héroes y villanos. Un indigenismo mentiroso.
La historiadora Alma Rosa Martínez González hace referencia (La leyenda negra a debate. Letras Libres, julio 2021) a la aportación del abogado José María Ortega, quien destruye las majaderías que Marie Arana expone en su libro Bolívar. American liberator. Todo ello nos recuerda las estatuas derribadas recientemente en varios países. Los autores del libro mencionan las de Bolívar e Hidalgo, que se mantienen de pie en España, a pesar de que declararon querer exterminar a los peninsulares.
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Por su parte, Tomás Pérez Vejo, español mexicanizado, se refiere al colonialismo, con énfasis en lo anacrónico del término para referirse a los siglos preindependentistas, y al poscolonialismo, teoría posmoderna que analiza las secuelas de las sociedades a partir de su pasado colonial, sobre el cual se pregunta: “¿Por qué las sociedades mexicana o argentina deben ser entendidas desde los parámetros del poscolonialismo pero no la estadounidense o canadiense?”.
Resulta evidente que hoy es necesaria una reconciliación de las diversas herencias, hacer memoria sin prejuicios, no seguir a ciegas las modas y no dar por hecho todo aquello que se nos ha enseñado. Para lograrlo, el camino es el conocimiento; en lugar de negar la herencia hispana, habría que aprehenderla, sin omisiones, con luces y sombras, y estudiar la historia como lo que es: multicultural y mestiza.
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