Ellas lo sabían. Muchas amigas ya me adelantaron lo que esta semana publicó el cuché cordial, que Ana Obregón era la abuela de la ... criatura. A la niña, me dicen, le han hecho la pascua, le espera un calvario de existencia perseguida por la prensa social por tierra, mar y aire. Acabará huyendo, seguramente, como hizo Andrea, la hija de Belén Esteban. Para entonces, su abuela tendrá cerca de 90 años. En la flor de la vida, oiga.
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En este guiso, de momento, meten la cuchara periodistas, comentaristas, psicólogos, abogados... y hasta políticos. Quién sabe si no acabarán metiéndola también los fiscales, me dice una amiga leguleya, que acaba de estrenar cadera. Le pidió al traumatólogo una cadera Shakira y ni lo consideró, así que no esperen a mi amiga en otra “marea blanca”.
Otra –omito nombres, como comprenderá– le espetó a la endocrina que la dieta recetada la condenaba a agredirla un día por pérdida de la razón. Ella dice el oremus, que es muy leída. Me tiene prohibido escribir del hornazo así que temo que me retire la palabra una temporada porque toca hablar de ello, sí, que para eso es Domingo de Resurrección y entramos en la Pascua.
De hecho, mañana era el día en el que los pueblos agradecían al fraile que les había predicado la cuaresma sus sermones o tostones, según el caso, con un hornazo. El hornazo era un obsequio y una mona, o sea, una masa de pan con huevos. Una mona, palabra que proviene del árabe “munia”, que significa obsequio.
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El hornazo de ahora, gracias al talento de mucha gente, es otra cosa con bastante más gracia. Bien ganado tiene el reconocimiento de la Academia de la Gastronomía de Castilla y León, que recogieron Manuel Tobías, Narciso Hernández y Raquel González, hornaceros mayores, que estarán el miércoles en la Cámara de Comercio en un taller de hornazos que se ha convocado.
Cuando el asunto iba en serio había gente que no se aguantaba, según Ángel Carril, y en cuanto imaginaba que ya había resucitado el crucificado sacaba el hornazo. Otros esperan hasta hoy, como los de Villarino, Mieza, Sobradillo y algunos bejaranos, pero ya el asunto es imparable entre romerías, ferias y fiestas. En Tamames, mañana, celebran el Día de la Torta: abren un pan de los de verdad y meten allí la tortilla. En algún momento el hornazo actual pudo pasar por ahí.
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En Fuenterroble “entierran” al Cristo del Socorro entre huevos, que es un elemento muy pascual, según los estudiosos. Y en La Alberca, se reivindica lo bien puestos que los tienen las albercanas por poner a los portugueses en su sitio y el pendón en todo lo alto. Que no se enteren Belarra o Montero, por favor. Quizá en algún momento del libro “Desde el sentimiento”, del albercano Andrés Barés Calama, se hable de ellas. Pocos conocen como Andrés los asuntos albercanos y no sólo por haber pasado por la alcaldía. En la presentación de ayer estaban anunciados el alcalde, Miguel Ángel Luengo, el escritor y etnógrafo José Luis Puerto, y el escritor Raúl Vacas. Gente de letras. Espero leer pronto el libro, aunque tengo lista de espera, como nuestros médicos.
Llegados a este día toca retirar los reposteros de la Plaza Mayor, guardar cirios y cruces, repasar la túnica, desmontar los pasos y retornar cada imagen a su hornacina hasta el año que viene. Veremos partir a los turistas, que serán relevados por otros, especialmente el puente madrileño del 1º de Mayo y no quiero en este punto recordar nuestro 23 de abril (nos han hecho la pascua, también) trasladado al 25 de julio. ¿Cabe mayor tontería? Espero que Gallardo vaya a trabajar o lo que sea que haga el lunes 24.
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Toca retomar la normalidad, que si un homenaje musical a Tomás Bretón, en el Liceo, la presentación de un libro sobre Alaraz, pueblo que celebra bailando en las aguas el Lunes de Aguas, escrito por Rosa Calvo, o una conferencia de la gran Ana Carabias sobre la leyenda negra española por la conquista americana. Ja. Envidia e ignorancia. Será en el Casino mañana. Vamos a ver cuánto tarda en llegar una conferencia, seminario, curso o jornada sobre la gestación subrogada y el caso Obregón.
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