Lo peor de estas extrañas asesorías verbales por las que el Fútbol Club Barcelona pagaba una pasta gansa a uno de los máximos gerifaltes del ... Comité Técnico de Árbitros y que estos días investiga la Fiscalía, es que de repente todas aquellas peroratas paranoicas que nos lanzaba José Mourinho en sus ruedas de prensa advirtiéndonos de que el Barça nos estaba haciendo unas poquitas de trampas, resulta que eran información contrastada y privilegiada.

Publicidad

Es decir, que puede que estuviéramos desollando vivo al bueno de Mou por sus sibilinas fantasías o por su deseo de influir en el arbitraje del próximo partido haciéndose la víctima cuando en realidad estaba intentarnos abrirnos los ojos para que tiráramos del hilo a ver qué cosas curiosas nos encontrábamos del otro lado.

Y del otro lado, estaba el presidente del club que más presume de tener valores charlando tranquilamente por teléfono con uno de los jefecillos del arbitraje español y que a cambio de un sustancioso cheque le detallaba si el próximo árbitro del encuentro Barcelona-Betis, era casero, amable, rencoroso, simpático, padecía de ardor de estómago, lo había abandonado recientemente la novia o había sido descubierto de veraneo en su pueblo con la camiseta del Real Madrid.

Pequeños asuntillos, que en un momento dado, podrían ser decisivos a la hora de soplar el silbato en una dirección u otra y que supuestamente más tarde serían comunicados a los jugadores para saber si tenían que rodear al árbitro y exigirle que sacara una tarjeta roja o abstenerse de llamarlo “cobarde” por no pitar un penalti en el área contraria mientras Alves se revolcaba por el suelo por una patada inexistente en la espinilla.

Publicidad

Dicen los que están al tanto del ordenamiento jurídico, que el escándalo no tendrá consecuencias deportivas como las tuvo cuando algún club histórico italiano fue descendido de categoría. El delito por los pagos al número 2 del CTA, Enríquez Negreira, en cualquier caso, habrían prescrito.

Lo que ya es mucho más difícil que prescriba en la mente de los buenos aficionados es que aquellas temporadas en que al Barcelona no le pitaban un penalti en contra, fuera una simple y milagrosa casualidad de la que nunca jamás disfrutó ningún otro equipo español. Y también, claro, que volvamos a sentarnos a ver un partido de fútbol con la inocencia e ingenuidad que lo contemplábamos hace apenas un par de semanas.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Disfruta de acceso ilimitado y ventajas exclusivas

Publicidad