Se contaba el sábado en nuestro periódico la buena noticia de que también las bibliotecas salmantinas están recuperando la afluencia de lectores que hubo tras ... la pandemia. En concreto, y solamente las que conforman la red municipal, han recibido estos tres meses de verano 40.025 visitantes. Una cifra muy respetable que mejora sustancialmente los tres meses del pasado 2021 en los que recibieron 34.112 usuarios durante los meses de junio, julio y agosto.
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Al hilo de estas cifras, me sigo preguntando, como todos los años por estas mismas fechas, por qué a pesar de esta gran afluencia tanto el Ayuntamiento como el resto de instituciones siguen considerando que las bibliotecas no son para el verano y deciden cerrarlas por las tardes precisamente durante esos tres meses de estío, es decir, justo cuando muchos disponen de más tiempo libre para dedicarlo a la lectura, muy especialmente los jóvenes que durante las vacaciones están liberados de actividades escolares y otras obligaciones académicas. Es curioso que sin embargo otras instituciones culturales (el DA2, por ejemplo) con apenas visitas permanezcan abiertas, mañanas, tardes y hasta fines de semana.
Más que un verdadero interés por fomentar la lectura del que tanto presumen, pareciera que a nuestras autoridades lo que más les interesa es que el personal se aburra soberanamente o intente entretener su tiempo en actividades un poco menos peligrosas que las que pudiera despertar la lectura, que no siempre se conforma con entretener y divertir al lector sino que con frecuencia ayuda a activar el pensamiento de forma crítica, acceder a la información que interesadamente se oculta, disipar dudas, hacerse preguntas incómodas tanto a uno mismo como a nuestros semejantes y otros saludables ejercicios del intelecto considerados un tanto perniciosos y revolucionarios en sociedades acostumbradas al conformismo y la resignación.
Evidentemente con esto no estamos queriendo decir que no tengan derecho a descansar los bibliotecarios y el resto del personal que trabaja en las mismas (tenía un amigo en la Torrente que siempre me abroncaba por mi artículo anual sobre el asunto), a los que en cualquier caso, le deseamos los mismos derechos y descansos que al resto de los trabajadores y a los que tanto envidiamos por vivir rodeados de libros: el mejor paraíso posible.
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