El turista que llega a la iglesia de San Juan de Barbalos viene con la preconcebida idea de contemplar un templo románico del que conoce ... la predicación de San Vicente Ferrer desde un púlpito, desaparecido no hace muchos años, sabe del encierro en vida de “las emparedadas”, se ha documentado sobre el célebre Cristo de la Zarza, objeto de la conmiseración de Unamuno, se ha empapado de la existencia de la Virgen de las guindas, pero no conoce datos sobre otras tres circunstancias que hacen especial a esta iglesia.

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La primera que en el muro, a la izquierda de la puerta oriental, puede apreciar la silueta de una hornacina tras la retirada del monumento que se dedicó al párroco don Luis Sevillano, obra del escultor Juan Cristóbal, inaugurado el 10 de diciembre de 1930 y que, trasladado a otras dependencias, desapareció al llegar a las Escuelas Parroquiales los Hermanos Maristas.

La segunda es el claustro románico que existió en el lateral oeste, similar al de la Catedral Vieja y al de Santa María de la Vega, que durante muchos años estuvo arrumbado en una finca que en la calle de Sorias poseía el catedrático don José Téllez de Meneses.

La tercera es la existencia de una pequeña imagen de Virgen con Niño, situada en lo alto del tejado del ábside, solo visible tomando distancia en la calle Gurruminas (hoy santa Teresa) hacia su confluencia con la de la Alberca (hoy Crespo Rascón).

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El 6 de abril de 1781 el maestro José Isidro procedió a la modificación de “una escultura de asiento” y a ejecutar obras de reparo en las bóvedas y estructuras, entre ellas la correspondiente a la fachada sur donde existía un pórtico de madera, en el que los fieles rezaban sin acceder todavía al templo. Se eliminó el pórtico y se macizó la hornacina sobre la fachada que acogía una pequeña imagen bizantina de la Virgen con el Niño en brazos, tallada en piedra, que se colocó en el tejado de forma cónica, sobre el ábside. Según don Antonio García Boiza se trataría de la Virgen del Pilar y es muy posible que así sea ya que se puede apreciar que la mano derecha sujeta el pliegue del manto terciado sobre el abdomen, como la conocida imagen zaragozana.

Hoy se encuentra la imagen totalmente deteriorada por su exposición a la intemperie, al igual que las dos peanas cilíndricas sobre las que se asienta, con profundas grietas la superior y desportillada la otra. El Niño es una masa informe, carente de trazas. El rostro y la mano derecha de la Virgen presentan un tono oscuro, al igual que la figura total del Niño, mientras el vestido y el manto lucen una tonalidad algo más clara.

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Posdata.- ¿Podría resguardarse la imagen en el Museo y sustituirla por otra confeccionada en material duradero?

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