HAN llegado los fríos y las dudas sobre la evolución de la pandemia. Se duda si habrá Nochevieja Universitaria, y queda menos de un mes. ... Está anunciada, pero ya veremos. Quizá haya que tener el Pasaporte Covid a mano, ese que tanto gusta al vicepresidente Francisco Igea, para las cenas navideñas de empresa y otras celebraciones. Todos hemos entrado en la cuenta atrás para el festejo universitario, que muchos consideran de alto riesgo, y en general para la Navidad, aunque esta tarde se presente el cartel anunciador de la Semana Santa. Ya sabe lo que suelo decir en este caso; me duele que no haya nacido el Niño y ya lo queramos crucificar. Las ganas de Pasión para el año que viene son tremendas y puedo entenderlo: hay quien ha llevado la túnica al tinte. El cartel reproduce el crucificado de Fernando Mayoral llevado por miembros de la Hermandad Franciscana y es obra del fotógrafo Manuel López.
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Salamanca ha sido también una ciudad franciscana y hay huellas en la toponimia, como el Campo de San Francisco, y en el arte, el San Francisco de Venancio Blanco, en el citado parque. Las Isabeles son franciscanas y hoy celebran a su patrona, Isabel de Hungría, santa, hija de reyes, sobrina de santa y cuñada de Jaime I de Aragón. También Ciudad Rodrigo es localidad franciscana. En ella estuvo el santo de Asís como peregrino en 1214, cuando aún no se había construido el monumental convento de San Francisco, claro, espacio para el que se pensó “El Calvario” de Juan de Juni, hoy en eterna reivindicación. Sí tenía entonces Ciudad Rodrigo obispo, concedido por Fernando II de León, que recortó territorio e influencia a Salamanca. Hubo por ello una batalla en el Valle de La Valmuza entre los salmantinos con apoyos de caballeros de Ávila, gobernados por el rey de Castilla, y los de Ciudad Rodrigo. Fue también un choque de dos reinos. Los farinatos nos dieron para el pelo, a pesar de la treta del humo, y tuvieron obispo para rato, hasta ahora. A los salmantinos, que éramos algo parecido a cuatreros, nos cambió la vida: comenzamos a ser más burgueses y fuimos abandonando aquellas salidas a territorio árabe a robar ganado ajeno. Hay un libro espléndido sobre ello: “Los señores del Azogue” de José Luis Sánchez Iglesias. José Luis, como el nuevo obispo de Ciudad Rodrigo, que también lo es de Salamanca. José Luis Retana. Quizá no haya obispo para tanta diócesis, dice un amigo cura ya jubilado. Hoy, La Valmuza se asocia al golf, gracias a Eustaquio Andrés y familia, y a la carne de los Mulas, que llevan ahí toda la vida. Aquella pelea “episcopal” es historia, pero mire por dónde hoy volvemos a compartir obispo, entre otras cosas. Y va a tener que hacer mucha pedagogía el obispo entrante para explicarlo y trabajar mucho la autoestima de los mirobrigenses, pero me temo que este año dura el desánimo hasta después del Carnaval. Ya ha dicho que va a vivir en la carretera, lo que me ha recordado el famoso “Blues del Autobús” de Miguel Ríos, pero son cosas mías.
Además de franciscana y cuatrera, Salamanca fue antaño gran aficionada al boxeo. El Pabellón de La Alamedilla conserva aún recogidos en el techo los focos que iluminaban el ring en las emocionantes veladas que se celebraban en su pista y se anunciaban con carteles en los bares con las fotos de los púgiles con los guantes en guardia. Fabián Vicente del Valle forma parte de nuestro pasado pugilístico más brillante y se le acaba de rendir homenaje en el muro olímpico del Centro Cívico “El Charro”, porque lo fue y con todos los honores. Diría que con los máximos honores. Y aviador militar, químico y boxeador entre otras profesiones. César Hernández Barreña recordó recientemente en un libro aquella época dorada del boxeo salmantino y a algunos que pelearon en el “Otero Aenlle” en La Alamedilla: Artiles, Serrano II, Canut, Coque, “Zurdo”, García Losada, San Matías, “Madriles”, Fuentes, Julián García, Isaac González... y aquel malogrado Aquilino Guarido. Hoy parece que el boxeo no encaja en la sensibilidad de estos tiempos y se ve como una actividad marginal. Ese muro olímpico en el que ya está Vicente es un muro de la memoria y ejemplar. Fabián fue un ejemplo.
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