No nos engañemos. Por mucho que se debata en torno a la tan deseada paz, esta siempre se muestra esquiva, elusiva, escurridiza. Nunca acaba de ... llegar, como el Godot de Beckett. Sin embargo, aun sabiéndolo, no debemos cejar en el empeño.

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De su importancia da fe el hecho de que exista un Premio Nobel que se suele otorgar (con excepciones) a quien haya hecho méritos sobresalientes en pos de la convivencia, del cese de las hostilidades y de la pacífica solución de conflictos.

Esos galardonados son conscientes de que paz equivale a concordia, armonía, tolerancia y ausencia de maximalismos. Y hacia esa finalidad han orientado parte de sus vidas, aun reconociendo que difícilmente habrá paz en el mundo mientras existan desigualdades, desequilibrios económicos, racismo, injusticias sociales, incultura y opresión sobre los más débiles.

La paz se opone a la guerra, pero se aloja en un ámbito intermedio, frágil y quebradizo. Parece como si el estado natural del ser humano fuera estar en guerra y la humanidad se repartiera entre amigos y enemigos. La historia nos ofrece muchos ejemplos del concepto de paz: la pax romana, la pax Christi, la paz social —que debe garantizarla el Estado—, la paz interior, la pax perpetua, incluso la paz de los cementerios, a la que en momentos críticos se ha llegado por la vía del irracionalismo más antihumano. Tanto la ética como la moral y la política se han ocupado de analizar en detalle el fenómeno de la paz y su contrario, la guerra, cuya existencia se remonta a los orígenes de la humanidad.

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Por desgracia, para defender la paz hay que aceptar el conflicto: “Si quieres la paz, prepara la guerra”, nos dice la máxima romana. “Si quieres la paz, lucha por la justicia”, escribió Pablo VI modificando sustancialmente la sentencia clásica. En la pared de la Casa Museo Unamuno podemos leer “Primero la verdad que la paz”. Acerca de esta divisa se explayó Miguel de Unamuno en no pocas ocasiones, como demuestran muchas de sus cartas y artículos escritos. “La paz es la sumisión y la mentira”, escribió en su Epistolario americano. Cabría preguntarse, no obstante, a qué paz hacía referencia en su fuero interno, si a la espiritual, a la social o a la puramente religiosa.

Esta semana ha tenido lugar en el Liceo un ciclo de conferencias con el título genérico de La Paz. Alumni-USAL, Cultural Barbalos y el Ayuntamiento, a través de la Fundación Salamanca Ciudad de Cultura y Saberes, han acogido una iniciativa que, vista la situación política del momento, no puede ser más oportuna. Ponentes y asistentes han debatido sobre unos temas tan espinosos como actuales, entre los que no podía faltar la guerra de Ucrania y las inevitables repercusiones internacionales que está teniendo. Decía Gandhi que no hay camino hacia la paz, sino que la paz es el camino. Largo y tortuoso a lo que parece.

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