Ya saben ustedes que, como buen facha de manual, estoy en contra del intervencionismo abusivo del Estado que, con defendernos, representarnos, educarnos y cuidar de ... nuestra salud, ya tendría suficiente materia para gestionar hasta el día del Juicio Final. Pero no, cada vez tenemos más Estado minando nuestras vidas, aunque a fuer de ser sincero, el grueso de la población lo ve como normal, pues por desgracia el liberalismo nunca ha calado en nuestra psique colectiva. Digamos que al español medio le encanta ser tutelado y por eso Franco estuvo cuarenta años tan a gustito en el poder y por eso en democracia nos permitimos el lujo de votar a auténticas alimañas de la política como Zapatero, Pedro Sánchez o Pablo Iglesias —tres jinetes para un apocalipsis español—, quienes en su momento no necesitaron ni presentación para ver sus aviesas intenciones. Pero ahí llegaron, aunque si preguntabas, nadie les voto... Salvo los resentidos. Y ahí están, perdonándonos la vida y, como Pedro Sánchez, repartiendo cheques al más puro estilo bananero, que para eso fue invento del capitán bananas, el despreciable ZP.

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Estamos viendo de todo: cheques bebé, cheques juveniles, trenes gratuitos (vacíos), vales de comida para comprar la “Play” de última generación, dinero para gasolina y un ambiente generalizado de la solidaridad más hipócrita y nauseabunda que se haya visto jamás. Menos gestionar, construir viviendas sociales dignas, asegurarnos la energía o el agua, o encerrar bajo siete llaves a los criminales, estamos viendo de todo en la Tómbola España, sobre la que puede leerse en grandes letras de neón: España en venta. Liquidación total: sus tierras, su alma y su Historia. Se acaba el año y me pilla vomitando por las esquinas, pues me envuelve el hedor de este golpe de Estado en la que han cambiado las botas militares por el regalo de un dinero que ni tienen ni es suyo, que para eso el déficit público no es de nadie.

El reparto de estas dádivas para comprar el voto es obsceno, una absoluta corrupción del sistema para saquearlo desde dentro y así mantener al dictadorzuelo de turno. La democracia hoy no es que sea peor o mejor, es que está contaminada y a nadie parece interesarle su saneamiento. Mientras tanto, la culpa es de los jueces (fachas como yo), de la inflación y de Putin, culpables también de la muerte de Manolete aquel 29 de agosto de 1947.

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