Cuanto más sabemos del emérito más valoramos al actual rey. La publicación del último libro sobre la vida y obras de Juan Carlos I, titulado “King Corp” y firmada por José María Olmo y David Fernández (Libros del K.O) destapa nuevos y desconocidos episodios del padre del actual rey Felipe VI, que vuelven a remover los cimientos de la Monarquía.

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Y no precisamente porque saquen a la luz el nombre de una presunta nueva hija del rey honorífico (que han negado él mismo y también la señalada con su sangre, de manera tajante), sino porque ponen de relieve, una vez más, los turbios negocios que podrían haberse llevado a cabo bajo la batuta del que durante tanto tiempo fuera el jefe del Estado español.

Aunque lo que más conversación ha provocado por ahora de ese libro haya sido la identidad de la supuesta hija del rey, el silencio de toda la vida de Alejandra Rojas, sumado al de sus padres, los ya fallecidos condes de Montarco, y la contundencia al negarla tanto de la propia Alejandra como de Juan Carlos, ponen en entredicho la información y la otorgan calidad de rumor.

Ni siquiera las declaraciones de la hermanastra de Alejandra realizadas al periodista César Lumbreras (en Cope radio) que ha asegurado desconoce “quien es el padre de esta criatura”, aunque todos en su familia fueran “conscientes” de que no era hija de su padres, pone luz suficiente a la noticia.

No es que de ser cierta no tenga importancia, máxime si hubiera existido un trato de favor, algún privilegio o alguna donación que pudiera ir en contra de los derechos del resto de los españoles; pero si tales circunstancias son indemostrables e incluso lo es la veracidad de la supuesta relación paterno filial, esta información, que determina la vida de la protagonista para siempre, puede provocarle un daño irreparable a ella, no a su padre, que lleva ya tantas muescas en el revolver que una más no le hace ni cosquillas.

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Lo que me gustaría saber es si, tras los desmentidos tanto de Juan Carlos I como de Alejandro de Rojas llegará uno de la Casa Real, que lo coloque todo en su sitio o si también en el siglo XXI las Monarquías, por muy Parlamentarias que sean, tienen la obligación de callar respecto a lo que no sea oficial, por mucho que lo extraoficial pueda incorporar también sangre real y que la institución esté marcada por ella.

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