No sé si ustedes están familiarizados con el término posverdad. La primera definición decente que he encontrado en Google sostiene que es la ‘información o ... afirmación en la que los datos objetivos tienen menos importancia para el público que las opiniones y emociones que suscita’. Es decir, que lo de menos es la verdad, lo importante es provocar la reacción deseada en el lector, oyente, votante o consumidor. Y así nos pinta.
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La política ha encontrado el vehículo perfecto para esquivar las incomodidades de gestionar la cruda realidad, tan solo hay que retorcer y amoldar el discurso para hacerlo verosímil, aunque sea a base de dinamita. Que parezca verdadero es suficiente en una sociedad acostumbrada a tragar sin masticar.
El ejemplo perfecto lo tenemos muy próximo, en el tiempo y en el mapa: la polémica por las medidas provida o antiaborto (elijan ustedes) anunciadas por la Junta de Castilla y León. A día de hoy, es imposible establecer una conclusión certera sobre el asunto porque el mensaje se ha distorsionado como un traje a medida para los intereses partidistas.
Aún todavía se mantiene la pregunta sobre el ‘protocolo fantasma’ que VOX presentó, defendió y sigue exigiendo, que el PP negó, rechazó y sigue renegando y que PSOE criticó, requirió y sigue censurando. Y el caso es que no sabemos si alguna vez se ha llegado a plasmar, negro sobre blanco, en algún papel u ordenador. Así que todos pueden tener razón y carecer de ella. Qué más da si por el camino se rentabiliza políticamente el asunto. Paradójicamente, no hay verdad constatable pero sobran las acusaciones de mentiras y embustes. A más decibelios y más hinchazón de la yugular, más convincente parece el argumento.
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Y a esto le sumamos una de las cualidades más rentables de la posverdad: que no hay que asumir responsabilidades. ¿Cómo se entiende, si no, que las dos vertientes del gobierno regional, PP y VOX, hayan salido de una pieza de esta crisis? Cierto es que muchos populares, de aquí y de fuera, le han pedido a Mañueco que soltara lastre y rompiera con sus socios, pero no lo ha hecho, ni lo hará, al menos hasta que pase el 28 de mayo. A partir de entonces, Feijóo tendrá que decidir.
Y así llegamos a este día de San Francisco de Sales, el patrón de los periodistas, esos insensatos que se preocupan por buscar y exigir la verdad. Les pido a ustedes que los cuiden y los protejan porque si no, algún día, puede que la posverdad galopante lo inunde todo.
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