La Navidad está a la vuelta de la esquina y Salamanca la recibirá un año más sin pena ni gloria, aunque para muchos sea suficiente ... y hasta una maravilla, ya saben: en el país de los ciegos, el tuerto es el rey y cualquier bombilla mal puesta es la mismísima aurora boreal.
Publicidad
Este tema, el ambiente navideño en Salamanca, el pobre ambiente, no es nuevo en mi repertorio, pero ayer me lo revivió mi amigo A, un anónimo prócer de nuestra/su amada Salamanca que siempre tiene a la Plaza Mayor en sus oraciones, pues no se explica que algo tan bello, tan único, esté tan maltratado, con la pintura de las contraventanas cada una de un tono, con el disparate de sus tejados —incluida alguna flagrante ilegalidad—, en definitiva, con una falta de amor y protección increíble que, según A, y hablo de una persona muy relevante profesional e intelectualmente, necesitaría de un plan integral que de una vez por todas pusiera a nuestro monumento enseña en el lugar que le corresponde y que no es otro que el olimpo arquitectónico. Y aquí es dónde se cuela la Navidad, pues ambos imaginábamos ayer cómo estaría de engalanada —y de protegida— la Plaza Mayor si estuviera en Alemania o en Austria. Pero los salmantinos somos los primeros en no darnos cuenta del significado social y emocional de poseer la Plaza Mayor, pues su magia nos parece lo normal, y por eso no la valoramos ni la explotamos en su justa medida. Recordaba A que una amiga suya de Valencia que nunca había estado en Salamanca, en cierta ocasión subiendo por la calle Toro hacia el que era su primer encuentro con la Plaza en una noche de fina niebla, se quedó extasiada al entrar en aquella armonía universal hecha del oro de la piedra y de la plata de la niebla. Puro Prozac emocional de “laboratorios Churriguera”. Y esto es la Plaza, un sentimiento sólido, espectacular, que nos ata a la tierra, a nuestra Historia entre luz y brillos, da igual sea sol que lluvia: la Plaza Mayor desprende, me repito, emociones que hacen que el paseante sea parte del ágora y no un mero visitante.
Por todo esto, la Plaza merece el mayor de nuestros respetos y que mejor forma de mostrarlo que cuidándola, embelleciéndola y frenando su deterioro y los abusos que se han cometido y aún se cometen contra ella. Más allá del planeta y las ballenas, salvemos la Plaza.
Disfruta de acceso ilimitado y ventajas exclusivas
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.