Vuelvo a estar de bajón. Se nos caen todas las fiestas desde aquí a San Juan de Sahagún, el patrono de Salamanca. Un desastre. Se ... vino abajo este fin de semana San Marcos, con su concurso de tartas, y como fichas de dominó le han seguido San Isidro, el Domingo de Pentecostés hecho de romerías, los Corpus y el patronal San Juan de Sahagún. Que nadie espere Feria del Libro ni Festival Luz y Vanguardias. Ya solo pienso en la hoguera de San Juan y el verano, pero poniéndome en lo peor. Un verano en el que la España vacía puede cerrar –la España cerrada—y echar el alto a los forasteros, especialmente a los madrileños para evitar virus mayores. Está dentro de lo posible como parte de la “nueva normalidad” a la que vamos. Me he preguntado esta semana cómo se recogerá todo esto cuando llegue a nuestros días Cuéntame, con esa abuela Herminia, María Galiana, con mil y un factores de riesgo y una familia difícil de confinar. Y mientras imaginaba la respuesta hemos pasado la cuarentena (sí, los reglamentarios cuarenta días de entonces) y Gran Hermano ha cumplido veinte años y he recordado a Nacho Rodríguez y Vanessa Pascual, que se conocieron en el confinamiento televisivo, se enamoraron, emparejaron, marcharon a Canarias, donde trabajan y cuidan de dos hijos. El padre del salmantino Nacho, el profesor Ángel Rodríguez, sería una luz en estos tiempos donde la muerte está tan presente –era un especialista en la historia de la muerte—y también el miedo. Escribió un artículo titulado “Salir del miedo”, que es interesante releer hoy, donde afirma que el miedo tiene su historia, arqueología y genealogía, y habla de cómo “las poblaciones que sufren una epidemia asumen el desastre agrupando las angustias individuales, solidarizándolas en espacios cerrados individualizados (cuarentena) o colectivos (ciudad, templo)” tras concluir de leer a Juan del Enzina, Guiseppe Pignata o Pandolfo de Tommaso. Me alegro mucho de que las cosas les vayan bien a Nacho y Vanessa, ambos en el mismo hospital, y les deseo mucha suerte en la trinchera de la Medicina en estos momentosx

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Tiene razón el escritor Antonio Muñoz Molina cuando dice que la muerte cambia el tiempo verbal de las frases y lo vemos a diario. Hoy pienso en pasado de José “Pucela”, o sea, José Luis González Benayas, cocinero, alma, corazón y vida de uno de los mejores restaurantes de la capital, el “Pucela”, junto a su hermano Manel, porque se nos ha ido a otras cocinas cuando tanto tenía que enseñarnos aún aquí. En esa “nueva normalidad” echaremos de menos a muchas personas. Y ya sabemos que tendrá entre sus características las ausencias y recuerdos, además de tests, mascarillas, higiene extrema, distancia social, confinamientos temporales, pantallas para ocio y trabajo...y píldoras de nicotina, si se demuestra que asusta al virus. El viñetista El Roto proponía un monumento a la lejía y quizá haya que hacerle otro a la nicotina si fuera así, que imagínese a uno que no fuma (como servidor) cómo entiende esto. Habrá miedo a salir en esa “nueva normalidad”, como lo pueden tener hoy los niños que lo hagan y vean sus parques precintados, e igual mañana pasan de salir porque pensarán que salir para nada es tontería.

Por eso estoy de bajón, aunque hay más cosas, claro, que la actualidad no se escribe hoy en clave de comedia y menos cuando se nos ha ido Marcos Mundstock (Les Luthiers) autor de la famosa frase “el que es capaz de sonreír cuando todo le está saliendo mal es porque ya tiene pensado a quién echarle la culpa”. Un sabio. Se nos ha ido un sabio. ¿Es o no para estar de bajón?

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