Escucho por la radio el primer single del feliz reencuentro de Bruce Springsteen con la The E Street Band, tras seis años de no trabajar ... juntos. Acto seguido, salgo disparado a buscar el álbum a El Corte Inglés. Uno también tiene sus drogas y sus vicios preferidos. Lamentablemente y como entre estas drogas y vicios no está el de levantarme cada mañana y ponerme a leer el Boletín Oficial de Castilla y León, allí me encuentro señalizada la isla de discos con la cinta de prohibido el paso. Ante los muchos estragos del bicho, la sección de música de El Corte Inglés ha sido declarada por la Junta de Castilla y León como zona muy peligrosa.
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Desde el exterior de la zona infecciosa, miro con mucho deseo un par de ejemplares de “Letter To You” título del disco que vine a buscar, al tiempo que me pregunto a quien se le ha ocurrido declarar un bien tan esencial como es la música de Bruce con la The E. Street Band como material altamente contaminante. Entendería que empaquetaran como tal la estantería dedicada al reggaetón, el trap y al resto de derivados del género latino urbano, pero al mismísimo Boss me cuesta un poco asimilarlo. Viéndome tan apenado un dependiente me ofrece varios libros sobre Bruce Springsteen. Sí, señores, pásmense: Justo pegada a la sección de discos, está completamente abierta y disponible al público la sección de libros. Y no, le digo al dependiente. No quiero libros donde alguien me explique la música de Bruce Springsteen. Lo que yo quería es directamente su música.
Decía hace unos días Francisco Igea que en ningún caso se cerrarían los establecimientos de bienes esenciales. Me pregunto por qué Igea considera un bien esencial un libro sobre la música de Bruce Springsteen pero sin embargo considera como no esencial su propia música. Por lo mismo también me encantaría escuchar el criterio epidemiológico o sanitario en el que se basan para suponer que tocar un libro no tiene ningún peligro pero que tocar un CD o un vinilo supone un riesgo inasumible en estos momentos.
Un metro más allá, desde la portada de un libro titulado “Un ciudadano libre” me sonríe irónicamente el antiguo jefe de filas de Francisco Igea, el singular Albert Rivera.
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