Veo estos días a esos cientos de miles de chavales acudir con su manojo de nervios a los exámenes de la Ebau. Me hago cargo de su responsabilidad, ante una prueba de la que depende en gran medida su futuro. Está claro que cualquier sistema ... educativo tiene que plantear un test, que mida a los aspirantes para no colapsar el acceso a las Universidades. Pero no entiendo que después de tantos años, no haya un método más justo para valorar al futuro licenciado.

Publicidad

Para empezar, la prueba se ha contagiado de ese mal que hace que en este país, muchas cosas no funcionen. Hay 17 “Ebaus” diferentes, una por cada comunidad, lo que de entrada garantiza la desigualdad. Para seguir, los índices de aprobados, se han convertido en una codiciada pieza de marketing de los centros educativos, que venden sus éxitos como si dependiera más de ellos que del alumno. Y para acabar, las universidades han acabado asumiendo toda esta inflación de calificaciones, imponiendo unas disparatadas notas de corte de acceso a las carreras. Las facultades parecen el fin, en lugar de un medio para conseguir un buen puesto de trabajo. Los alumnos son meros instrumentos de la competencia entre territorios o centros de estudios. Y la Ebau es ya un pasaporte maquillado para el aspirante.

¿Qué tiene que ver, la maldita nota de corte con la futura valía profesional de un aspirante?, ¿en qué se parece un examen al mercado laboral? Se puede ser un gran médico, abogado o periodista después de haber sido un estudiante normal o flojo en la escuela. Y al contrario, se puede ser un ramplón economista, profesor o jefe de recursos humanos, aunque se hayan sacado todos los sobresalientes posibles en el colegio.

La Ebau es una estación intermedia antes de acceder a un mercado laboral cada vez más competitivo. Y sin embargo, este filtro fundamental se olvida de herramientas imprescindibles para trabajar, como las habilidades sociales, la capacidad para hablar en público o el tacto para afrontar conflictos. Las notas altas dan a entender inteligencia, concentración y capacidad de esfuerzo, que no es poco. Pero dejan a un lado cosas tan irremplazables como la vocación, la ilusión, la empatía o capacidad de liderazgo, que a la postre en muchas profesiones marcan las diferencias.

Publicidad

Los errores de este tipo tienen hasta nombre y apellidos, y deberían hacer reflexionar a quienes forman parte del diseño del sistema educativo. Uno de los mejores discursos que se han escuchado en una Universidad lo pronunció precisamente alguien que no acabó la carrera. Fue Steve Jobs, el fundador de Apple, hace 17 años en la Universidad de Stanford. “Yo nunca llegué a licenciarme. De hecho, esto es lo más cerca que he estado nunca de una graduación universitaria”, dijo entonces uno de los grandes genios de la historia reciente.

Se lo recomiendo encarecidamente a todos los alumnos que estos días han hecho la Ebau. Está en youtube y en él cuenta cómo los fracasos también conducen al éxito. Es además una lección de vida, de alguien diagnosticado de cáncer, que nos enseña que ni el futuro ni el éxito pueden depender de una nota. Ni siquiera de la maldita nota de corte de acceso a la Universidad.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Disfruta de acceso ilimitado y ventajas exclusivas

Publicidad