Lunes, ya 9 de enero, y el reloj sigue adelante. Volvemos al tiempo de los malos y lo sabemos. Aunque nos hayamos casi autoimpuesto una ... Navidad de zambomba y pandereta para no oír cómo desafinan las metrallas de Putin y las murgas de nuestra brutal crisis parlamentaria.
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Aprisa se han desmontado las lucecitas de las ciudades y los espejismos en las carrozas de los magos. El tiempo de magia se acabó y, los medios de comunicación y los columnistas, hemos de abandonar la esperanza del campo de pastores para volver al sobresalto de la noche oscura de la pluma. Noche que no es otra que la de un escenario institucional y político a la deriva, donde se hace dificilísimo poner una sola letra a derecho, sin dejar herida.
Antes de irse de vacaciones y a poco de comenzar a cantar los números de la lotería los niños de San Ildefonso, Sáncheztein y comparsa llevaron al Senado, por vía exprés, la reforma del Código Penal. Con la derogación del delito de sedición y la rebaja de los castigos de malversación, España ya podía volver a casa por Navidad, para holgar y comer turrón, como si no hubiera cambiado nada. Me consta que en buena parte de los hogares se había decidido, tácitamente, no hablar de eso ni mentar al bicho para que no se fundieran los plomos. Las mañas de Sáncheztein son terriblemente oscuras y meten mucho miedo. Pero él sabía que los españolitos de a pie, estábamos muy necesitados de tregua emocional y de mimos familiares.
Sin embargo, 2023 ya ha echado a caminar y el descanso terminó. Vuelta de nuevo a las trampas del (des)gobierno monclovita, donde el señor presidente se peina y aplaude a sí mismo en los espejos. Es la forma de hacer que tienen los ególatras y los dementes. Pero todos los asesores se han elegido y adiestrado a su capricho, para que no haya sueldo que pague a un Pepito Grillo que le hable de inmoralidad. Y aquel que se atreva a ladrar, ya se sabe: ¡chucho, fuera de la perrera! Al otro lado de nuestras frágiles fronteras, una Europa caduca y sin liderazgo tampoco parece hacer el esfuerzo de meter a don Pedro en cintura y pararle los pies. Aunque nos sepan Estado de alto riesgo, como un campo sembrado de minas a punto de estallar. La España de 2023 no tiene otra perspectiva que la de sus citas electorales. Que nadie acuda a urnas pensando en que han de seguirse abriendo navajas y ansiando venganzas; sino con la urgencia de una estabilidad política, institucional y social que, dado el gigantesco derrumbe, nos hace muchísima falta. Como me decía una amiga sensata: cuando hay orden adentro, todo lo demás viene solo y acaba por ponerse derecho.
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