Lo mismo ninguna imagen más sintomática que la espléndida fotografía publicada en este periódico el pasado sábado allá por la página 24 de nuestra sección ... de provincia. Me refiero a esa en la que se nos mostraba apaisada y con todo detalle la tremebunda carretera que se gastan los pequeños municipios salmantinos de Galisancho, Pelayos y Fresno de Alhándiga, para comunicarse —es un decir—, entre sí a través de su curiosa red viaria.
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Si me lo permiten, propongo ampliar la fotografía de ese camino de cabras aliñado con profundísimos baches y socavones donde perfectamente podrían florecer este invierno, si la lluvia nos acompaña, las más dispares especies autóctonas de peces, anfibios, reptiles y hasta algún hombre rana. Una vez ampliada, estaría guay del Paraguay que la colocásemos como un precioso póster turístico en las paredes de los más ilustres salones de cualquier institución pública salmantina que se precie, fundamentalmente de esas instituciones que tanto presumen de desvelarse luchando contra la despoblación o el bienestar de las gentes que habitan en nuestros pueblos y zonas rurales.
Sería muy oportuno que cuando nuestros ilustres representantes ocupasen sus cómodos sillones en sus reuniones, juntas y sesiones, antes de ponerse a votar y redactar manifiestos sobre asuntos que escapan de sus competencias, le echaran un vistazo de un par de minutos a esta espectacular carretera y después de eso, considerasen si aún tienen ganas y arrestos para pasar tranquilamente al siguiente punto del día.
Tampoco estaría de más que algún día salieran de sus cómodos despachos y al igual que cada cierto tiempo se aventuran a inaugurar, posando sonrientes para la prensa tal o cual obra, les ordenasen a sus chóferes que les condujesen a lugares tan abandonados de la mano de Dios y de sus agendas como puedan ser los mencionados Galisancho, Pelayos o Fresno de Alhándiga. Sería fantástico que pudieran comprobar in situ el confort de nuestras carreteras mientras charlan con los huraños y ariscos paisanos de estos lugares por si tuvieran algo interesante qué recordarles si es que consiguen llegar finalmente a destino sin que tenga que acudir una grúa para sacarlos de algún atolladero abierto a traición en mitad del firme de estas curiosas infraestructuras que nos chupamos a lo largo y ancho de nuestra bendita provincia de Salamanca.
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