Lejos, muy lejos quedan los tiempos de aquella frase, atribuida a Eugenio D´Ors, de que “en Madrid, a las ocho de la tarde, o das ... una conferencia o te la dan”. En Madrid, o en Salamanca, que también y dada su condición universitaria y muy humanista fue una ciudad muy propensa a las disertaciones florales con las que conferenciantes y oyentes alimentaban pasiones y vanidades. Eran los días de las élites no sospechosas y de búsqueda de la excelencia intelectual.
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Hoy ni en Madrid ni en Salamanca se dan conferencias, al menos con aquella riqueza, con aquella exaltación a los cerebros esponjosos. Nadie sabe hablar -el Congreso de los Diputados no es más que una taberna oscura-, nadie recuerda pensar. Se me olvidó que te olvidé, que cantaban Diego El Cigala y el piano de Bebo Valdés...
Salamanca a las ocho de la tarde es Francia pero sin flores en el alféizar de las ventanas, una ciudad que se desvanece en su falta de ritmo, de pulso cultural, de ambiente universitario. Los pocos actos que se programan están destinados a una audiencia minoritaria, entre amigos. Hablar, escuchar y pensar son deportes de riesgo y el aburrimiento nos come; un poco de todo: el aburrimiento, la televisión y el Alzheimer. Sin pausa, la ciudad, pongamos que hablamos de Salamanca, se apaga sin nada que decir, sin nada que aprender, sin nada que debatir. Prostituyeron la palabra cultura, pues el diccionario es un saco de patatas, y ahora van directos a por la palabra diálogo (para Pablo Iglesias, “desconojarse” es dialogar). Nada, no hay debate posible: auditorios vacíos, atriles con polvo, e ideas secas. El virus no es chino, el virus es el abandono al que nos hemos expuesto. Deporte frenético, sexo enlatado, y ración doble de “whoppers” con queso, ¿a quién puede importarle una conferencia? Who cares.
Ni siquiera la Universidad está interesada. Ni en abrirse hacia afuera, tal como era, ni en abrirse hacia dentro, tal como debe ser. La Universidad hoy es un laberinto infinito, incapaz de debatir, su gran función. La Escuela de Salamanca, increíble aquello, queda muy lejos.
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