Verónica Casado es buena gente, muy amable, muy laboriosa, con una enorme capacidad de trabajo que le ha permitido estar al pie del cañón durante estos quince meses de pandemia. Pero nuestra consejera de Sanidad no tiene carácter y, lo que es peor, no tiene ... las ideas mínimamente claras. Cada vez que va a Madrid a estas tumultuarias reuniones del Consejo Interterritorial de Salud, se hace un lío, se ofusca y acaba sucumbiendo a los deseos del ministro de turno, antes el filósofo Salvador Illa y ahora la picapleitos Carolina Darias.
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Ya van tropecientas veces que se deja robar la cartera por los mandatarios socialistas y no escarmienta. Ayer mismo volvió a hacer el ridículo absteniéndose en la votación de una propuesta que supone una enmienda a la totalidad de la nueva estrategia de la Junta de Castilla y León en la lucha contra el virus. Ahora que la consejera y su mentor el vicepresidente Francisco Igea habían adoptado una línea de sensatez, dejando a un lado el número de contagios para guiarse por la situación de los hospitales, va Casado y acepta volver a las andadas con el semáforo de Darias, ligado a la incidencia y mucho más restrictivo en aperturas y aforos. En lugar de votar en contra y anunciar su oposición a semejante despropósito, la titular de Sanidad se marcó una abstención que huele a seguidismo y deja la duda de si, a la vuelta de unos días, no volverá a reducir a un tercio la ocupación del interior de los bares que ahora está en el 50% en toda la Comunidad. ¿Por qué votó ese “ni sí ni no”? Pues porque ayer se acordó la consejera de cuando La Junta pedía unas normas comunes para toda España, y claro, en coherencia, tendría que ponerse a las órdenes del Ministerio para no desmarcarse de los dictados del Gobierno socialcomunista.
Si tuviera un poco más de personalidad, Verónica hubiera mandado a freír espárragos a Pedro Sánchez, a la ministra Carolina y a los gurús de Moncloa que solo cuando la situación va bastante bien deciden tomar las riendas del éxito. El mismo Gobierno irresponsable que no ha querido saber nada de la lucha contra la pandemia desde hace casi un año, el mismo Ejecutivo insensato que dejó a las autonomías desamparadas y sin armas legales para confinar o perimetrar, la misma pandilla de caraduras que solo quieren hablar de ‘sus’ vacunas desde hace meses, deciden ahora imponer el café para todos con restricciones que no vienen a cuento... y a Casado no le parece mal.
Precisamente ahora que cada autonomía puede recuperar la normalidad al ritmo de la evolución del coronavirus en su territorio, viene el Gobierno a imponer, bajo amenaza de BOE, su propia estrategia unificadora. Anda y que le den.
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Confiemos en que el presidente Alfonso Fernández Mañueco y el vicepresidente Igea (hablo de Igea el Reconvertido, no del viejo Igea el Cierrabares) pastoreen hacia la cordura a la consejera y acuerden hoy relajar las restricciones en consonancia con la buena marcha de todos los datos epidemiológicos en Castilla y León. Solo faltaría que cuando siguen bajando los contagios diarios y se van vaciando las plantas de hospital y las UCIs en toda la Comunidad, llegara la Junta y le pegara otro palo a los hosteleros rebajando al 33% el aforo. No creo que se les ocurra porque, esta vez sí, les queman el Colegio de la Asunción.
Mañueco debería mostrar cuanto antes su agradecimiento a Casado por los servicios prestados y por la admirable esfuerzo y dedicación de la consejera a lo largo de la pandemia. Un relevo en Sanidad aligeraría su responsabilidad por los errores cometidos en los últimos quince meses y le ahorraría disgustos en el partido. Porque Castilla y León volvió a desmarcarse ayer de la posición de las autonomías gobernadas por el PP, que votaron en contra e incluso anunciaron, en el caso de Madrid, que no están dispuestas a aceptar las memeces de Darias. Dos pájaros de un tiro.
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