SI desde el Génesis riñen los hermanos, y la mitad de las parejas se separan, ¿cómo no vamos a pelearnos con “el otro” de Sartre, ... que es “el infierno”? Desde que el primer Neandertal se hizo sedentario, y cultivó la tierra, el vecino invadía su huerto, y así millones de años hasta que alguien se quejó “¡y vuelta la burra al trigo!”; otro le dio un navajazo al colindante porque quiso incorporar algún surco a su besana, o le desvió la regatera, dejándole sin agua. El c... del vecino, que pone la música muy alta, no saca la basura, deja abierto el ascensor, no permite rescatar el calcetín caído al patio, etc. Es el duro hábito de vivir en comunidad, que decía Tierno Galván. Si prefieren, la rivalidad entre paredaños, o entre pueblos colindantes. Hay poblaciones a las que pertenece la acera de los números pares, porque los impares son de otra. Y ahí siguen los amigos irredentistas portugueses reivindicando cada año Olivenza, que ocupamos en la guerra de las naranjas, y con Tratado. Sin olvidar que nuestra Reconquista duró “solo” ocho siglos.

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La única manifestación en que participé de niño, fue con las mondas reivindicando ¡Gibraltar español!, que los británicos no nos devuelven ni en broma. Conocí de adolescente aquella hostilidad pueril entre nuestras dos Serradillas, la del Llano y al del Arroyo. Más tarde la competencia entre los gobernadores de Ávila (José Antonio Vaca de Osma) y el salmantino, hincando la única señal de su respectivo límite provincial antes o después de una pronunciada curva de la CN a Madrid, lo que daba quehacer periódico a las respectivas cuadrillas. Ya de mayorcito, en la etapa constituyente, la lucha de León por erigirse en comunidad autónoma uniprovincial, y la amenaza del Bierzo de independizarse de León (aunque algún pueblo berciano quería marcharse con Galicia). De nuestros separatistas de la boina y la barretina, mejor no hablar.

¿Cómo no vamos a entender los españoles a los nacionalistas que sueñan con la “Gran Rusia”? Recuerdan a los españoles que lloraron porque en Flandes se puso el sol, o los noventayochistas -y los últimos de Filipinas-, consternados por la pérdida de nuestras colonias, incluida la perla del Caribe. Rusia fue inabarcable, ya se ha anexionado la península de Crimea, y ahora amenaza a Ucrania, que también fue suya. Los rusos aún lamentan la independencia y anexión al paraguas defensivo de la OTAN, de las tres Repúblicas del Báltico, Estonia, Letonia y Lituania. Lo jodido es que Putin no suele andarse con contemplaciones, y lo mismo envenena oponentes, que invade al vecino, que se mete en tu ordenador personal, fabrica noticias falsas, y cierra el grifo del gas, del que dependemos. Por eso produce temor a Occidente, a la OTAN, al presidente de EEUU – coño, y a mí-, cuando despliega tropas en la frontera rusa con lo que fue el granero de Europa. Las fotos aéreas del despliegue estremecen. Putin sabe que enfrente tiene un Estado que aún no pertenece a la OTAN y está en minoría defensiva (225.000 soldados ucranianos, frente a más de un millón de rusos; 67 cazas frente a 1.531; 34 helicópteros y el vecino 538; y así todo). Por eso Europa y EEUU han dicho “¡prietas las filas!”, y si el oso ruso intenta el zarpazo, la respuesta han advertido que será “rápida, contundente y unida”.

La cuestión nos afecta tanto que España ya ha enviado al Mar Negro una fragata, y se ha ofrecido para integrar la fuerza disuasoria, el envío de cazabombarderos a la zona. Averigüen ustedes quiénes se oponen: están en el gobierno; son comunistas; no quieren a España ni a Europa, ni la OTAN; y suelen llevar camisetas serigrafiadas con un “No a la guerra”. La copla de siempre, y Sánchez chuleando sus miserables votos, que tan caros nos salen.

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