Ahora le toca a la carne. Algunos de los conocidos vicios del socialismo son imponer a sus súbditos dónde tienen que educar a sus hijos, ... cómo abrazar su ideología, o imponerles lo que deben comer. Pedro Sánchez, el rey - “hago siempre lo que quiero y mi palabra es la ley” -, presentó el 20 de mayo pasado “España 2050. Fundamentos y Propuestas para una Estrategia Nacional de Largo Plazo”. Larguísimo, casi treinta años, los que Sánchez -si no lo remediamos-, quisiera aberroncharse en Moncloa, o en lo que ahora es Palacio Real, pero ya como Presidente de la IIIª República Socialista. César Lumbreras nos descubrió sutilmente ayer el párrafo en el que se propone reducir el consumo de ciertos alimentos de origen animal: “Numerosos estudios señalan que el consumo de carne de la población española es entre dos y cinco veces superior al recomendable”. Apareció la carne, el pecado de la carne, las carnes tolendas, la carne trémula, el filete, la carne en calceta... El socialismo nos va a redimir de nuestros pecados de la mesa, racionándonos la carne, de vacuno, ovino, porcino... Tiempo llegará en que para comer ibérico pata negra tengamos que hacer la trampa de aquel Abad gallego en la Cuaresma, meter los cebones en el río para considerarlos “pescado”. Siempre nos quedará el lagarto, el erizo o el bastardo, que por estos pagos aún se consumen.

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Entonces llega, coge y dice el ministro comunista de Consumo, Garzón, (que ya había metido la pata con el azúcar, el jamón y el aceite de oliva), que hay que comer menos carne. El patio se alborota y aparece Sánchez, válgame Dios, proclamando sonriente su preferencia por un chuletón en su punto. Antañazo aparecía en las cartas de los restaurantes “un Suárez”, o sea, un chuleta de Ávila, pobre Adolfo (ignoro si se mantiene aquello de “manitas de ministro”, que naturalmente eran de cerdo). A partir de ahora, cuando queramos comer carne ni cruda ni pasada, deberíamos pedir en los restaurantes “un Sánchez”. El caso es que la réplica del presidente a Garzón evidencia las guerras en el seno del Gobierno, y es otra muestra de la hipocresía, ojo, ¡de ambos! Sánchez por no desmentir el documento oficial estratégico para el 2050; y Garzón, porque el banquete de su propia boda empezó con cortadores de jamonichi, y en el menú hubo carpaccio de ternera y solomillo de vaca a la brasa. ¡Toma congruencia!

Si Unamuno volviera... Don Miguel no se andaba por las ramas. Llamó “ganso real” a Primo de Rivera y “cerdo epiléptico” al general que da nombre a nuestro hospital de los Montalvos. Aquel rector no era un rumiante, como el vacuno o el caprino, pero empleaba el verbo rumiar para expresar lo que él reflexionaba, mascaba, desmenuzaba. Salamanca le gustó porque, dijo, “su vida claustral me seduce. Aquí nada perturba la rumia espiritual y oye uno el pensar”; en el Diario señala que su vida contemplativa le condujo “a la rumia espiritual, a vivir escarbándose”; y desde su exilio de Hendaya, dijo estar “rumiando el pasto amargo de las vergüenzas de mi patria”. ¡Cómo hubiera zaherido a estos golfos, hipócritas e ignorantes que hoy nos desgobiernan! Estoy seguro que “el cura de los pedos”, el mirobrigense Cid, escuchando los comentarios sobre las ventosidades contaminantes de nuestras vacas, les hubiera llamado cuando menos pedorros, de puro ridículos y presuntuosos.

El problema para Salamanca es que posee la mayor cabaña de vacuno de nuestra vieja piel de toro, y el mayor número de ganaderías de lidia. A los criadores de bravo, doble castigo: primero la pandemia, que impidió los festejos taurinos y llevó muchos cuatreños al matadero; y ahora ni para carne. Pero aquí, afortunadamente, acaba de establecerse un complejo biotecnológico de una empresa líder en la cría de una larva de insectos, que transforman para alimentación animal. Y digo yo si no podríamos hacerle la competencia a los murciélagos, que son como nosotros, mamíferos, aunque insectívoros, y lograr que transformen el “Tenebrio”, en productos con distintos sabores para almorzar nosotros. Cosas mas raras veremos. En la Rúa Mayor se anuncia la próxima apertura de “La Pollería”, una franquicia. No dan de comer gallo, gallina ni pollos. Sí, pónganse en lo peor y aciertan. Sirven gofres (“pollofres” le llaman). Pero no se escandalicen todavía, que detrás vendrá “El coñerío”. El joven canario que empezó en Madrid se está forrando.

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Al comunista Garzón, inútil de cosecha, deben mandarlo a rumiar sus disparates. Y como se preguntó ayer un veterinario charro en la COPE, ¿no habrá nadie que le de un pico y una pala? Que se vaya a escardar cebollinos, y haga dieta vegetariana. Capullo.

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