Quién nos iba a decir a usted y a mí hace 15 días, que hoy nos íbamos a volver a encontrar en este espacio con un gobierno en coalición a la vista. Quién podía prever que “Ahora sí” - le recuerdo el lema de Sánchez- iba ... a ser posible un acuerdo repudiado hasta el insulto en los últimos años por el presidente en funciones. En política los milagros existen, queda claro, porque estos días hemos asistido, otra vez, a la reedición de la “conversión de San Pablo”, con la caída del caballo de Pedro.

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Déjeme recordarle el pasaje. Hace cuatro años, Pedro y Pablo sumaban 159 escaños y tenían más de 10 millones de votos. Pablo se descolgó entonces pidiendo la vicepresidencia del gobierno, el CNI y el control de Televisión Española aunque las elecciones las hubiera ganado otro. Y se montó un escándalo como si aquello fuera impensable, ¿Lo recuerda? En las siguientes sumaron 156 diputados, pero el PSOE desechó el acuerdo y los mercaderes de Ferraz echaron a Pedro a patadas por tener la tentación de abrigar a Pablo y de abrazar a los separatistas. Sánchez resistió y lo dejó escrito en su manual. Logró resucitar a pesar de haber sido enterrado por los suyos. Y acabó reuniendo a todos los repudiados en torno una moción de censura que terminó con el cambio del colchón de La Moncloa.

Hace seis meses los ahora coaligados llegaron a tener 165 diputados y más de 11 millones de votos. Iglesias insistió entonces. Pidió ministerios y, otra vez, reclamó su vicepresidencia como recompensa. Pero Pedro se agarró al caballo. Negó y negó, y nadie le convenció por mucho que cantara el gallo. Así acabó tentando otra vez al diablo otra vez con las urnas.

Hoy los dos protagonistas de esta parábola tienen 10 diputados menos y se han dejado más de un millón de votos perdidos camino de Damasco. Por eso, “Ahora sí”, Pedro se ha caído del caballo. Ahora Pablo no es tan malo como en abril y es posible dormir con él en el gobierno. Incluso se le pueden dejar las llaves de casa. Mejor comerse las palabras que quemarse en el infierno. Aunque la conversión nos haya costado millones de euros y meses de inestabilidad.

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Otra cosa será ponerse en pie y empezar a gobernar. En cuanto una abstención interesada resuelva la investidura, aunque sea desde una celda, habrá que aprobar unos presupuestos diferentes a los de Montoro, afrontar el frenazo económico e incluso recortar los 6.600 millones que nos pide Bruselas para cumplir con el déficit. Y antes de todo eso, habrá que leer la sentencia de los ERE de Andalucía, seguramente la semana que viene. Y quizá entonces Pablo tendrá que hacerse el fariseo para valorarla o justificarla “Ahora sí” como socio de Pedro. Es lo que tienen las conversiones políticas. A veces se ve la luz, pero a veces, también hay sombras.

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