LAS fiestas de los Santos y los difuntos ya han pasado. Cada uno a nuestra manera los hemos honrado y si algo quedó pendiente entre ... ellos y nosotros... ya no hay tiempo. Por eso lo que realmente ha de preocuparnos son los vivos y créanme, si estamos aquí, aún hay tiempo para enmendar.

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Este ojo que observa a los vivos y sondea los mares de la información, queda sorprendido por las cosas que nos están preocupando en este momento. Hay un movimiento loco en redes y medios de comunicación por hablar de la escasez y el apagón. Tanto es así, que nuestra gente más joven está pensando ya en el “kit de supervivencia”. Esta entrada en internet es de lo más tecleado y buscado.

¿Qué está pasando? ¿Por qué hay ese miedo y preocupación? ¿Es o no real? A lo largo de la historia situaciones como la que vivimos aparentemente, y digo bien aparentemente, ya se han vivido. La gran diferencia es que ahora estamos en un mundo mucho más interconectado y más dependiente los unos de los otros, sobre todo las economías. Pero el mensaje no debe ser catastrófico, ni mucho menos, yo diría que ha de ser realista y que ello nos tendría que hacer reflexionar sobre el actual modelo productivo. Tal vez tengamos que recuperar una nueva autarquía y comenzar a producir dentro del país para no ser tan, tan dependientes de los demás. Les decía el otro día que se acerca el invierno y va a ser muy duro pero no el último, ni mucho menos, pues ese solo está en manos de Dios.

Pero cuidado con el miedo, pues él sí que es el principal problema del ser humano y muy especialmente debemos ser muy selectivos con el que se nos inflige desde no se sabe dónde, por quienes y con qué fines más o menos espurios. Hemos y estamos sufriendo una pandemia y eso nos ha producido grandes incertidumbres, aunque ello no puede ser utilizado de manera indiscriminada. La realidad es que tras un parón mundial coger de nuevo velocidad de crucero va a costar y estas situaciones siempre son aprovechadas para hacer caja por unos y otros. Comprendo que ante la información seamos cautos y sobre todo cuando recordamos: “Eso nunca llagará a España” y llegó.

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Creo que no es necesaria la alarma del “kit” pues de las catástrofes de la humanidad siempre se ha salido. Ahí tenemos el refranero maravilloso: “No hay mal que cien años dure” o “La justicia de enero es rigurosa, la de febrero es otra cosa”. Por cierto, hace pocos días hablando con un ilustre y docto salmantino afincado en Sevilla, el jurista y académico don Alfredo Flores, me comentaba que deberíamos aprender más refranes populares y menos leyes, ¡cuánta razón don Alfredo! y qué bien nos iría si escuchásemos más a los eméritos en vez de obviarlos, aunque de eso hablaremos otro día, se lo prometo.

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