Ayer fui al cine a ver Joker. Una obra maestra, sin duda, sobre todo por la sublime interpretación de su protagonista, Joaquin Phoenix, que poco ... o nada tiene que ver con el concepto que, al menos yo, tenía del Joker original. Aquel era un tipo sin identidad, un “caballero oscuro” del que desconocíamos los orígenes y que era malvado porque era malvado. Ahora sabemos su nombre, su desgracia, y que su sufrimiento y su exclusión social lo conducen directamente desde la sonrisa más triste de la falsa felicidad a la indiferencia despiadada a la hora de matar. Joker mata porque no le queda más remedio. Y sus muertes las celebran todos los que se sienten marginados, deprimidos, sin trabajo ni esperanza, ignorados por una sociedad para ricos perversos donde a los pobres no les queda más que la violencia. Me gustó la película, aunque no sea una experiencia grata de atravesar. Es dura y difícil y remueve. Pero me inquieta que en un mundo tan dividido como el nuestro el mensaje sea el que se traslada desde Joker. Es cierto. Cada vez hay más distancia entre los ricos y los pobres. Aunque no necesariamente tanta entre los buenos y los malos. Me preocupa que se justifique la violencia y la maldad en los orígenes o en lo que sea. Hay personas que padecen las peores torturas en la infancia y son las más comprensivas y generosas en la vida adulta y otras que nacen en lechos de oro y rosas donde todo es bienestar, cuya ferocidad es delirante. Es cierto que, si durante la infancia te llaman en familia “bestia inútil”, como le sucedía a Hitler, puedes acabar desarrollando una maldad mayor que si se refieren a ti como “mi niño de oro”, como le hacían a Freud. Pero ¿realmente cabe achacar la valentía y los descubrimientos de uno o la crueldad extrema y hasta la locura del otro a sus respectivas infancias? Y, sobre todo, ¿se puede aplaudir que uno se vuelva un asesino por haberlo pasado muy mal cuando era pequeño? Yo creo que las infancias condicionan y que la vida es muy dura y muy injusta. Pero no se puede pretender siempre que los que les va bien son los malos y los que sufren los buenos. Ni que el hecho de querer algo que la propia estructura de la sociedad niega tiene que llevar a incendiar las ciudades o matar al vecino al que le va mejor. Por supuesto que creo en las reivindicaciones para solventar los conflictos, para mejorar las sociedades y sobre todo para que sean más solidarias y palien las diferencias lo más posible. Pero me aterran los justicieros, el pegar antes de escuchar el sentir que tu mala suerte te habilita para convertirte en malvado y hacer sufrir a los demás lo que tú has padecido primero. Joker es una gran película. Eso creo. Pero el populismo que vende, me parece sospechoso y aterrador. ¿Cada Joker del mundo al que le sonría la fortuna y consiga que su vida sea mejor se volverá malvado y tendrá que acabar, necesariamente, en la diana de otro más desgraciado que le disparará, pero con motivo?
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