Se hacía público estos días el estudio “Volver, seguir, sentir” realizado por la financiera Cofidis en el que se había preguntado a los españoles qué ... es lo que más le gustaría hacer tras la desescalada. Pues bien, en el tercer puesto de los deseos de los españoles figuraba el de asistir a un buen concierto, un apetito solo superado por el comprensible deseo, después de tanto encierro, de viajar y por el más impreciso de darse un capricho, que a saber qué variopintos antojos esconderá en cada caso concreto.

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Pero a lo que íbamos, si esta encuesta tuviera algo que ver con la realidad, y no hay motivos para suponer lo contrario ya que no parece haber implicados muchos intereses políticos en juego, es sorprendente lo poco que por estas latitudes, se han esmerado nuestras instituciones culturales por atender esta ilusión de los salmantinos en aplacar su síndrome de abstinencia procurándole algún memorable concierto tras tantas semanas de confinamiento.

Suspendida la habitual programación de Fundación Salamanca y suprimidas este año Las Noches del Fonseca o el Fàcyl, tan sólo se ha mantenido durante estos meses de verano alguna de esas humildes programaciones conformadas con artistas locales caso de “Plazas y Patios”, más alguna puntual jam session de fin semana. Conciertos, desde luego, bienvenidos pero insuficientes para una ciudad que tanto presume de una exigente y exquisita agenda cultural.

Más todavía si lo comparamos con las programaciones culturales que vienen ofreciendo otras ciudades de nuestro entorno y hasta incluso algunas localidades de nuestra propia provincia. Hablamos, por supuesto, de veladas realizadas siempre en recintos al aire libre, guardando las recomendaciones de las autoridades sanitarias, con límites de aforo y distancia entre los asistentes.

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Y es curioso porque lo mismo si nuestras autoridades se hubieran preocupado un poco más de este asunto, como parece que sería su obligación, es decir, ofrecer alternativas culturales de interés a ese ocio nocturno basado esencialmente en el consumo de alcohol o a los tan habituales botellones que pareciera que constituye la única y exclusiva forma con la que al parecer saben divertirse nuestros jóvenes, sospecho que, además de lo dicho, lo mismo también nos hubiéramos ahorrado un peliagudo problema sanitario.

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