Miro desesperada el calor. ¿Mirar el calor? se preguntarán. Sí, mirar el calor. ¿Pero el calor se mira?, por supuesto que sí y no sólo ... se mira, también se huele.

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En el horizonte de nuestra tierra este calor de “ferragosto”, como dice un artista amigo que hace de un alambre una partitura o un poema o una escultura o un cuadro, se ve mover en lontananza. El calor curiosamente tirita y ondula el paisaje en extensión. ¿Hace cuánto que dejaron de mirar en extensión? Nos volvemos miopes, invertebrados y herbívoros. “Nosotros los de entonces ya no somos los mismos”, dijo el poeta en sus ‘Veinte poemas de amor y una canción desesperada’. Desesperado de un amor como el que siento por esta tierra seca, sin agua, sin apenas cosecha, sin paja que empacar.

Anoche la luna inmensa, alumbraba como un foco la mies, las cosechadoras con sus potentes luces empezaron a trabajar al punto de las doce de la noche, segando primero en las cabeceras y a la una de la madrugada, rugían en líneas rectas. Estos hombres de la meseta subidos a sus inmensas máquinas de tecnología punta, parecen pilotar platillos volantes, que en la penumbra y en sus sombras, se antojan naves espaciales que te trasladan a otra dimensión, a otro mundo. Las luces a tope, peines en marcha, ruido que ensordece, ventiladores levantando nubes de polvo que inundan la noche. El grano se desprende de la paja que queda colocada en sus baraños muertos, esperando que en los próximos días la empacadora haga con ellos las pacas que servirán de alimento a las reses de nuestros campos. Nadie que lo haya visto quedará indiferente.

Este ojo que observa valora inmensamente a quienes, desde sus distintas posiciones, hacen cualquier tarea en la tierra o por la tierra. Es una desgracia que se conozca tan poco y se valore menos, el inmenso esfuerzo de quienes la trabajan, invierten en ella, apuestan por ella y sufren por ella y con ella, ¡pobre Gaia! Todo cuanto nos da es gracias a procesos muy trabajosos y largos. Sabemos cómo subir fotos a Instagram, Facebook, Twitter... pero ni idea de lo que supone y de cuánto hay detrás en el proceso que ha de sufrir un sencillo grano desde su siembra, hasta llegar a convertirse en pan. Estamos olvidando y abandonando el conocimiento del origen de las cosas, sólo nos interesa el final.

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Los hombres, como especie, ya poco miramos al cielo y a la tierra y nos estamos entreteniendo en mirar pantallas que nos limitan la visión, nos hacen mirar en corto y en ellas el calor ni se ve, ni se huele. Hacemos que nuestros hijos en verano aprendan idiomas, viajen, salgan, conozcan y disfruten de “lo otro”,... cuando lo que tenemos a nuestro alrededor se pierde en la noche. ¿Cómo vamos a recuperar lo que no se valora? Necesitamos de un Renacimientohic et nunc en nuestra querida Castilla y León, para conseguir poner en valor y en conocimiento, todo el ingente patrimonio del mundo rural que tenemos tan abandonado.

Sr. D. José Julio Carnero, flamante consejero de Agricultura, Ganadería y Desarrollo Rural,... ¡hay mucho por hacer!

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