La cuesta de enero de los contagios se parece más a un muro que a una curva, por mucho que Fernando Simón la llame meseta antes de que le vuelvan a desmentir los datos. El arreón estaba previsto, como el temporal, y lo cambiamos por ... unas Navidades más laxas en las que cada cual ha administrado sus temores y los de su familia como ha podido. Este primer mes del año nos trae un rosario de restricciones, de cierres y de disputas políticas ahora centradas en la hora a la que nos tenemos que ir para casa.
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El debate ha pillado a Salvador Illa haciendo sus cálculos electorales para las catalanas. De ahí la incomodidad del gobierno por tener que ajustar los horarios y modificar el Estado de Alarma justo antes de la campaña. Por eso el ministro pidió tiempo el miércoles en la reunión con los consejeros territoriales. Quería ganarlo él aunque fuera a costa de hacérselo perder a los demás. Los sondeos se van a llevar al máximo responsable de una pandemia, en medio de una nueva ola de contagios, a labores más importantes solo para el partido. Así entienden hoy la política algunos.
Claro que otros la conciben todavía aún peor. Y si no ya me dirá usted qué le puede haber pasado por la cabeza a ese rosario de alcaldes, concejales o diputados provinciales que ha aprovechado sus cargos para colarse en el plan de vacunación. No entiendo cómo se puede abandonar tanto la ética y la estética y encima intentar justificarlo.
Así estamos, tras la euforia contenida de las navidades. Con el miedo otra vez en el centro de las conversaciones de menos de seis personas y de los cada vez más escasos y distanciados corrillos de las oficinas. Todos volvemos a tener algún caso cercano de contagio y los expertos no paran de repetir la palabra confinamiento. Cada día una nueva cifra nos devuelve a la casilla de salida y en otro lado de la balanza, el de la economía, los meses de pandemia ya pesan como losas para millones de negocios.
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El tiempo pasa y casi ninguno pensamos en marzo que el castigo sería tan duradero. Ni siquiera la vacuna, que avanza a más ritmo, nos deja ver todavía el fin de la mascarilla y de la distancia de seguridad. A estas alturas del artículo, me estoy dando cuenta de que quizá he abusado del pesimismo. Al fin y al cabo, los que tenemos salud y trabajo somos unos grandes afortunados. Pero es que hay muy pocas buenas noticias y da pavor ver la curva de este primer mes de 2021. La terrorífica cuesta de enero se está cobrando muchas vidas y está minando la moral de los sanitarios. La subida no deja ver el horizonte con claridad y eso que la pandemia está a punto de cumplir un año. No sé cuándo alcanzaremos la inmunidad colectiva, pero el hartazgo masivo, el de rebaño ya lo hemos superado.
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