Llevo ya el suficiente tiempo entre trajes y corbatas como para saber que en política todo obedece a un último propósito, por muy enmascarado que ... parezca. El lío que se ha montado en el seno del Gobierno regional con la reforma de la Atención Primaria en el mundo rural es uno de esos movimientos que encierra mucho más de lo que evidencia. La pata del lobo en la puerta de los cabritillos. Que el PP haya pasado por encima de su pacto con Ciudadanos para votar a favor del PSOE en las Cortes es demasiada maniobra como para justificarla con el ansia de consenso. Hay algo más detrás y muchas de las respuestas conducen al adelanto electoral en Castilla y León. Una posibilidad que no deja de chirriar porque no se puede etiquetar a Alfonso Fernández Mañueco como un político de echar ‘la pata palante’, que diría Juan Vicente Herrera. Lo suyo es más de medir, incluso al milímetro, cualquier movimiento. Sin ruido, sutil, de forma casi imperceptible, así se hizo con las riendas del PP regional y tejió su pacto con Ciudadanos para llegar a la presidencia de la Junta, y la convocatoria de unas elecciones adelantadas fuera de calendario y tras dinamitar un Gobierno que presumía de estabilidad, parece un estruendoso toque de trompeta, con tambor y timbal incluidos, impropio del político salmantino.

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A Francisco Igea solo le ha quedado la pataleta. Hacer ruido pero sin más consecuencias. El problema es que desde la fallida moción de censura del PSOE, el ‘vice’ es ese niño al que pueden mandar al rincón de pensar si se pone muy pesado. Con su partido en una evidente descomposición, el margen político y electoral que tiene es tan estrecho que no puede permitirse muchos lujos y eso lo sabe su compañero de mesa, mantel y postre. Mañueco juega con la debilidad de Ciudadanos y hay numerosos síntomas de ello, para empezar, el carácter presidencialista que está tomando el Gobierno regional. Solo hay que ver la puesta en escena de la apertura del curso político, al estilo Whitehouse, con jardín y puerta abierta al fondo, sin que por allí asomara la sempiterna sombra de Igea. Si a esto le sumamos las encuestas que dicen que el PP podría hasta ganar con mayoría absoluta en Castilla y León, dos y dos son cuatro. Aunque en política la aritmética permite giros imposibles y la respuesta a la pregunta que titula este artículo solo está en la cabeza de Mañueco, y quién sabe si de Pablo Casado. Pero todo este teatro político tampoco debe eclipsar la cuestión capital. La sanidad necesita un cambio profundo y no se puede esperar mucho más. Nadie tiene una factoría de médicos y no haber solucionado esa carencia en los últimos veinte años nos ha colocado en una crisis que pagan los de siempre, a los que solo les queda alzar la voz en sus pueblos. Ese sí es un problema de verdad, uno que difícilmente se solucionará con la enésima convocatoria de elecciones.

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