TENDRIAMOS que ser mu´tontos, para creernos tan listos. Me da que no es una hipótesis descabellada. Bastante gente supone saber, al detal y al por mayor, sobre esto, aquello y lo de más allá. Y cuando esa suposición se entremezcla con la política, y ... se carga con la habitual dosis de soberbia, sesgo y maniqueísmo, el cóctel suele resultar tan desolador, como explosivo. En ese contexto, cada bando partidista enarbola, con balcones a la calle, sus incontestables verdades. Así es de forma literal: líderes y groupies que ni siquiera admiten contestación alguna. ¿Para qué? Sus presunciones pasan a adoptar la consideración de irrebatibles. Si ya todo está sabido, no cabe interrogante alguno.
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Wislawa Szymborska sintió predilección por dos humildes y discretas palabras. Las palabras “no sé”. Cuando esta poeta polaca recibió el Nobel de Literatura, se refirió al inmenso potencial de esos dos sencillos términos: “Si Isaac Newton no se hubiera dicho no sé, las manzanas del jardín hubieran podido caer ante sus ojos como granizo y él, en el mejor de los casos, se habría inclinado a recogerlas para comérselas con apetito”. Ambos vocablos, añade, también posibilitaron la excelsa trayectoria de su compatriota Marie Curie.
Este mes, precisamente, Curie habría cumplido 154 años. Fue la primera persona que ganó dos premios Nobel. Y encima, rizando el rizo de la excelencia, los logró en dos disciplinas diferentes: Física (1903) y Química (1911). Pero sin necesidad de que seamos Newton, Curie o Szymborska; sin necesidad de que nuestros nombres vayan a estar en las candidaturas de los Nobel; dar cabida a algún “no sé” quizá podría ayudar a la convivencia.
Dictadores, fanáticos y demagogos realizan su labor con sobrada pasión. Y, además, apunta Szymborska, “saben, y lo que saben les basta de una vez y para siempre. No se interesan en nada más, porque eso podría debilitar la fuerza de sus argumentos”. De ahí lo oxigenante de esas dos reseñadas palabras (“pequeñas, pero con potentes alas”), puesto que “cualquier saber que no provoca nuevas preguntas se convierte muy pronto en algo muerto”.
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No escasean en nuestro mundo quienes hablan por los `todos´. Suelen ser aquellos que no tienen `nadas´ que decir. Aludo a quienes se apropian de algún todo (por ejemplo, de un gentilicio o de cualquier otro rasgo identitario). Se erigieron de forma arbitraria en portavoces, y no es que confundan la parte por el todo, que también, es que hasta niegan la legitimidad a aquellas partes que no les son partidarias. Y junto a esos acaparadores de la totalidad (los nacionalismos suelen funcionar con esa perversa lógica), quienes hablan por los `todos´ incurren en la otra deriva comentada. Creen saberlo todo, que es la más grandilocuente nadería... y la más peligrosa de las ignorancias.
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