Guarda acogió hace unos días la cumbre hispano-lusa, pero dudo de que los participantes españoles tuvieran tiempo para contemplar las bellezas de esta hermosa ... ciudad a medio camino entre Salamanca y Coímbra. Por su posición estratégica, Guarda parece avizorar el valle desde las alturas, anuncia los peligros que pudieran venir de la frontera española y exhibe su poderío visible en la distancia. La historia nos dice que apostados en esa atalaya los antiguos lusitanos se defendieron con fiereza de los persistentes envites romanos. Con temple y arrojo, aferrados al orgullo de su inmarcesible independencia consiguieron preservar ancestrales culturas y costumbres. Beira Alta y la Serra da Estrela constituyen sendos puntos de referencia donde el visitante curioso puede situar esa ciudad centinela, guardiana de riscos y alturas.
Publicidad
Guarda no defrauda, aunque para gozar de sus encantos haya que desviarse de la ruta principal. Antiguamente, cuando desde Salamanca a Coímbra se tardaba casi seis horas, subiendo y bajando interminables vueltas y revueltas, cruzando aldeas con aromas de queso y bacalao, la carretera general atravesaba la población. Ahora, por fortuna, el casco histórico es en su mayor parte peatonal. Guarda es el corazón de Portugal, un corazón sobrio, acompasado a los mutantes ritmos de los tiempos. En primavera es exaltación multicolor, explosión de la naturaleza en mil formas de flores y fragancias. Pero en invierno destila melancolía, ese sentimiento tan afín a la saudade. Los grises del cielo se funden con los grises del granito de sus casas y monumentos, y por las callejuelas estrechas y retorcidas ululan los vientos recios, cortantes del norte o los húmedos ábregos del sur.
Unamuno visitó Guarda, después de haber visto tantas veces la ciudad desde las ventanillas del tren. Al volver de Lisboa se apeó en la estación decidido a pasar al menos un día en esa ciudad “fría, ventosa, húmeda, fea, denegrida y fuerte, que vigila España”. Era una tarde otoñal (“otoñiza” escribió don Miguel). Hoy se recuerda esa visita con un retrato de Unamuno, obra de Florencio Maíllo, en la Torre dos Ferreiros, desde la que el rector salmantino observa impasible el discurrir de la vida atemperada y serena de la urbe. En el Museu da Guarda se ofrece un sugestivo “roteiro unamuniano” que incluye los principales puntos que Unamuno recogió en su artículo. El recorrido se enriquece si el viajero actual lo empareja con el de los personajes y escenarios descritos por Vergilio Ferreira en sus novelas y, aún más, si se complementa con los deambulares de Eduardo Lourenço, tan vinculado al Centro de Estudios Ibéricos. Guarda, hermana de Béjar, quiere ser Capital Cultural Europea. Merece tal reconocimiento. ¿Habrán hablado de ello los mandatarios en la cumbre del otro día?
Disfruta de acceso ilimitado y ventajas exclusivas
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.