Querido 2020 te dedico a ti este último artículo de tu año. Quizá el lector se habrá extrañado del título y a lo mejor está leyendo estas líneas preguntándose cuál es la razón para agradecerte algo. La tuya es para muchos una causa perdida, de ... esas de Judas Tadeo. Yo sin embargo, te vengo hoy aquí a dar las gracias por lo mucho que nos has enseñado a base de dificultades. Jamás olvidaré tus 365 días, tus meses de angustia y de miedo.

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Me resulta imposible condensar en pocas líneas todo lo que nos dejas para el futuro. Pero hay una cosa que siempre te agradeceré a pesar de lo duro que has sido con todos nosotros. Tú y solo tú has sido capaz de frenar en seco nuestras frenéticas vidas, para llenarlas de ratos de reflexión acerca de todo lo que tenemos y que no vemos. Por eso, estimado 2020, hoy pongo en valor tu capacidad de descubrirnos lo extraordinario en lo cotidiano, de separar lo accesorio de lo necesario. Nos ha hecho meditar mucho acerca de este mundo cada vez más impaciente y egoísta que devora el tiempo y consume casi todo sin detenerse a disfrutarlo. Créeme también si te digo que valoro mucho que le hayas dado la vuelta a nuestra escala de valores, ahora que hay tanta gente que piensa que lo sabe todo. Y que nos hayas hecho recordar la importancia de la salud, más allá de la frase hecha. Gracias también por enseñarnos que aunque no tenemos la mejor sanidad, sí tenemos a los mejores profesionales sanitarios y que hay que invertir mucho más en ciencia o en investigación, si no queremos vernos sobrepasados por los problemas. Por hacer, has conseguido hasta que veamos que hay políticos que nunca estarán a la altura y que los pactos en este país son más difíciles que conseguir una vacuna en un puñado de meses. Podría seguir este relato de lecciones, por los millones de gestos solidarios que has provocado o por la evidencia de que somos capaces de adaptarnos a todo, cuando el bien común está en juego. Y qué decir de todas las cosas que has cambiado en los trabajos, en los colegios... Ahí dejo al lector unos puntos suspensivos para que lo siga pensando.

Amigo 2020, tengo que ir terminando y no sería justo que lo hiciera sin sonrojarte con algún reproche. Te has ganado a pulso a demasiados enemigos. Has sido muy cruel con los muertos y vas a dejar secuelas y miedo en millones de personas. También has sembrado la ruina en millones de trabajos. Eso tampoco lo olvidaré y no pretendo con este artículo blanquear tanta catástrofe. Solo intento poner en valor lo mucho que nos has enseñado y por eso te he escrito este desagravio.

Hoy querido 2020, a pocas horas para que comience a vacunarse en España te doy las gracias por agotar tu tiempo, por marcharte y, sobre todo, gracias por dejarme ver tu final.

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