Acaba de ver la luz, y será presentada en Salamanca el próximo jueves 13, una biografía política de José Giral Pereira, de la que es ... autor el profesor de la Universidad de Extremadura Julián Chaves Palacios. Giral fue rector de la Universidad Central en 1931, tras proclamarse la República, y a continuación, durante el propio régimen republicano, un político que ocupó cargos muy relevantes, entre otros varios ministerios y nada menos que la presidencia del gobierno, justo en el inicio de la Guerra Civil, en las semanas decisivas comprendidas entre el 19 de julio y el 4 de septiembre de 1936. Pero antes de formar parte de la elite política de la República, sin que nada permitiese prever el curso dramático que la historia de España alcanzaría en los años treinta, Giral había sido catedrático de Química Orgánica en la Facultad de Ciencias de la Universidad de Salamanca durante quince años, entre 1905 y 1920, regentando además en nuestra ciudad, en la Plaza Mayor, una reputada farmacia y un laboratorio de análisis clínicos.

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La biografía del profesor Chaves Palacios, que concluye en 1939, cuando Giral y su familia inician el exilio primero en Francia y luego en México, está centrada sobre todo en la etapa de la Guerra Civil. Sin embargo, contiene también detalles interesantes de su experiencia salmantina, extraídas de su rico archivo personal, cedido por sus descendientes al Archivo Histórico Nacional y hoy accesible en la red. En primer lugar sobre su propia vida familiar, desde su llegada a Salamanca con apenas 25 años y su salida con 40: su matrimonio en 1910 con una hermana del también catedrático y republicano, latinista, especialista en El Brocense, Urbano González de la Calle; el nacimiento de sus primeros hijos, entre ellos, Francisco Giral González, el primogénito, quien en 1977 se incorporaría fugazmente a la Universidad de Salamanca e intentaría, sin éxito, conseguir un escaño por la provincia en las elecciones de ese año. No puede decirse que José Giral se integrara plenamente en la vida salmantina en aquel periodo: aunque repitió a menudo que aquellos años fueron “los mejores de su vida”, intentó varias veces el traslado a Madrid y algunos de sus recuerdos de la sociedad salmantina escritos en el exilio mexicano no son precisamente muy amables (“brutalidad de los ganaderos, desprecio inmenso para los intelectuales, beatería, jesuitas, dominicos, listos e ilustrados, adinerados embrutecidos y cursilería por todo lo alto”).

El libro aporta también información relevante sobre la Universidad de Salamanca de la época, herida por la pobreza de medios y por el bajo nivel académico de buena parte de su profesorado. En la Universidad Giral mantuvo una muy estrecha relación con el catedrático de Patología Médica Agustín del Cañizo, con quien incluso compartió residencia a su llegada a Salamanca en una casa de huéspedes. También mostró especial aprecio por el penalista Pedro Dorado Montero y su familia y siempre admiró -aunque desde una cierta distancia- a Unamuno, a quien tildaba sin embargo de extravagante y ególatra y a quien -ya en los años de la República- no perdonó su enfrentamiento con Azaña, su jefe de filas en la política.

En Salamanca Giral también desarrolló una intensa actividad política en el ámbito del republicanismo. A su farmacia de la Plaza Mayor “venían de los pueblos a preguntar por don Giral pa apuntarse pa republicano”. Su participación en la huelga general de 1917 le llevó a la cárcel durante más de dos meses. Como tantos otros, chocó con Diego Martín Veloz (“Martinillo”), en tiempos en los que la política salmantina comenzaba también a brutalizarse: Giral reconoce que tenía preparado bajo la mesa de su farmacia un matraz con ácido sulfúrico por si alguna vez tenía que defenderse de aquel.

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José Giral Pereira fue un burgués ilustrado, liberal, masón, laicista, una persona de bien que confiaba en la República como instrumento de renovación radical del país. Arrastrado sin embargo en el torbellino en el que se convirtió la España de los años treinta, fue -como muchos de su generación- un personaje a quien las circunstancias colocaron en lugares de decisión que no eran seguramente aquellos para los que estaba mejor preparado. En las horas terribles del inicio de la Guerra Civil Giral, como presidente del gobierno, cedió a las presiones y repartió armas entre las milicias de los sindicatos y partidos obreros, frenando el triunfo de la rebelión militar en Madrid pero produciendo una quiebra del Estado y una atomización del poder que abrió la puerta a una violencia descontrolada y marcó la suerte de la guerra.

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