La imagen de Antonio Amaro, de rodillas y con las manos en la cabeza, que ayer dominaba la portada del periódico, me llegó al alma. El capitán del Salamanca reflejaba sin quererlo la impotencia de la situación en la que se encuentra un equipo cuya ... única aspiración es salir del infierno de la Tercera Federación en apenas una temporada. Y, desde luego, con derrotas como la de ayer en el Helmántico, lo tiene muy difícil.
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La fotografía me hizo caer en la cuenta de que estamos rodeados de genuflexos. El mayor de todos, nuestro presidente Pedro Sánchez, a quien la incómoda postura de hincar la rodilla no parece disgustarle. No solo traga sino que defiende una deficiente ley del “sí es sí” solo por contentar a sus socios de gobierno de Unidas Podemos. Pero lo más grave de todo es ver cómo va cambiando de opinión al ritmo que le marcan los separatistas de Esquerra Republicana. Si en mayo de 2018 dijo claramente en televisión que el golpe de Estado acaecido en Cataluña aquel infausto 1-0 constituía un delito de rebelión, poco después ya lo consideraba como sedición y ahora ve aquellos sucesos como “desórdenes públicos agravados”. Como siga bajándose más los pantalones -ya los tiene por los tobillos- organizará un recibimiento triunfal de Puigdemont en las Ramblas si un surrealista acto de este tipo fuera necesario para mantenerse en el poder.
Muy pocos han levantado la voz ante tamaño desmán: redactar un delito con los delincuentes que lo han cometido. Muy pocos se han significado contra el delirio sanchista de reformar el delito de malversación para dorar la píldora más todavía a los independentistas sin importarle llevarse por delante nuestro ordenamiento jurídico. Tan solo hemos visto a cinco exministros del PSOE dando la cara y firmando un manifiesto público contra este atropello a la Constitución y a la democracia. El resto, sobre todo los socialistas que están en activo y gozan de cargo público, genuflexos. Y el más servil de todos, su presidente.
No es el único que se prosterna. Aquí, en Castilla y León, tenemos un ejemplo muy claro de cómo se hace el paseíllo a un vicepresidente que va por libre y ha conseguido que el PP apenas tenga influencia en las tres consejerías gobernadas por Vox. Parece como si fueran dos gobiernos distintos en uno, el misterio de la Santísima Dualidad.
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En el fondo, son el reflejo de una sociedad -la nuestra- genuflexa. No sé si será por el miedo que nos metieron en el cuerpo durante los peores momentos de la pandemia, o por el aletargamiento que producen las subvenciones fáciles, o porque el escepticismo de no ver alternativa nos lleva a un desánimo que nos inmoviliza.
Pero aguantamos estoicamente que el Gobierno entregue 45 millones de euros -que se dicen pronto- a La Rioja para crear allí el Valle de la Lengua con un centro de inteligencia artificial, mientras Salamanca no ha olido ni un euro del Proyecto Estratégico para la Recuperación y Transformación Económica “Nueva Economía de la Lengua”. Asistimos impasibles a la designación de sedes de agencias estatales en otras ciudades cuando la nuestra se desangra poblacionalmente aun estando sobradamente preparada para acogerlas. Vemos con resignación cómo han pasado más de mil días sin que Renfe nos devuelva las frecuencias de los trenes rápidos que nos comunicaban con Madrid antes de que llegara el coronavirus, mientras la compañía presume de lo contrario en una menina publicitaria en Atocha.
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Ya está bien. Es el momento de incorporarse, de levantar la cabeza, de gritar ¡basta ya! Tenemos unas elecciones a la vuelta de la esquina. Nos toca.
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