Escribía hace dos semanas sobre el estado de la cuestión del proyecto de Modelo de desarrollo de la España vaciada. Lo que hay. Siempre bajo mi punto de vista. Pero ¿qué es lo que nos va a quedar? ¿Cómo vamos a afrontar que no ... haya relevo generacional en nuestras tierras? ¿Qué va a ser de una autonomía donde -según el INE- en los tres primeros meses del 2021 ha habido un 8,67% menos de nacimientos con respecto al mismo periodo de 2020? ¿Qué vamos a hacer con nuestra provincia, donde esa cifra es del 14% y donde, según recogía este medio, en dos de cada tres municipios hay menos de veinte niños menores de 14 años? ¿Cómo vamos a garantizar el futuro en los 160 municipios salmantinos en los que el último año no se ha empadronado a ningún neonato? Y lo más importante, ¿cómo vamos a hacer para que las personas que allí sigan teniendo una vida digna?

Publicidad

La tendencia desde 2016 asusta. No podemos seguir poniéndonos de lado. Necesitamos dejar de pecar de una ambición manca. Debemos remar con las dos manos. Ponernos en serio y despojarnos de esas premisas neoliberales que han resultado tan dañinas para nuestro sistema. Sin miedo a apelativos ideológicos que empañen el trasfondo de todo este debate: la supervivencia. En un país que se las da de descentralizado, no posicionarnos es cuanto menos una traición. Pero claro, nuestros representantes siguen perdiendo el tiempo jugando a la política nacional. Aunque no solo es cosa de ellos. Hay muchos a los que os indigna más que puedan sacar a unos señores de la cárcel por cosas que a nueve horas de tren -¡nueve!- no nos quitan de comer, mientras nuestra provincia reluce en España por seguir votando en masa a un partido que se sabe corrupto. Parece mentira que os preocupe más que esa gente hable catalán que vuestros abuelos y abuelas vivan en residencias a hora y media del hospital más cercano.

Dentro de las propuestas del proyecto de desarrollo de la España vaciada hay claroscuros, pero al menos se centra el tiro en lo realmente importante. En general, esas propuestas de futuro van “de abajo a arriba”. De la sociedad civil a las instituciones. Esperemos que sin intereses privados, solo colectivos. Si bien, seguimos pecando de cuestiones postmaterialistas sin tener seguras las materiales. Nosotros, nosotras, no podemos aplicar las mismas medidas pensadas para las urbes. Tenemos nuestra propia idiosincrasia. No podemos pretender erradicar la homofobia si no hay política pública en educación que modifique aquello de señalar al maricón. O no podemos pensar que la mujer víctima de violencia machista vaya a denunciar en un pueblo igual que un entorno donde los vecinos son desconocidos sin pensar que ella además va a tener que cargar con el peso de que la gente comente y de tener que abandonar su comunidad mientras el pueblo, bajo el yugo del cristianismo, aducirá que “en todas casas se cuecen habas”. Tampoco sirve de nada seguir emperrados en fomentar el turismo. Se ha visto, y no solo con la pandemia, que no es ningún garante de prosperidad. Y si en vez de rutas verdes, hubiese ferrocarriles, sería porque las cosas se empiezan a hacer bien. Tampoco ha lugar para ese ecologismo de chapa que apuesta por la comida bio de precios desorbitados, por pagar por usar unas carreteras deficientes que no tenemos o por megaproyectos expoliadores de grandes empresas renovables.

Pero no todo es negativo. Las plataformas firmantes apuestan por poner como sectores estratégicos el agroalimentario y el forestal (también como verdaderos preservadores de los ecosistemas y de un modelo de desarrollo sostenible). Demandan también la industria, junto con el sector primario, como elementos principales de futuro. Cito textualmente: “se debería hacer una apuesta por un tipo de industria más comunitaria, apoyando proyectos de cooperativas, iniciativas comarcales, o mancomunadas, de asociaciones de empresas y empresarios individuales”. Y si ha de ser enteramente con participación pública, mejor. Mencionan también bonificaciones fiscales y mejora del internet. Vale, genial, pero no a cualquier precio. Las bonificaciones fiscales que afecten a pequeñas empresas y al IRPF, siempre de forma progresiva. E internet, por supuesto, pero siendo conscientes de que las compras online son la muerte del comercio de proximidad, y con él, la de tu vecino el de la tienda que tiene unos precios menos atractivos por intentar mantenerse en la España rural.

Publicidad

Las bases están sentadas. Ahora falta que demos el paso. Nosotros, nosotras y las instituciones. Si nos morimos por vivir, ¿a qué estamos esperando?

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Disfruta de acceso ilimitado y ventajas exclusivas

Publicidad