HOY es Viernes de Carnaval. Viernes de Carnaval del Carnaval del Toro. Digo ‘es’ porque ‘celebrar’, celebraremos poco. Cada uno, en nuestra soledad. En nuestro encierro voluntario u obligado por las circunstancias. Como si de un acto de contrición se tratara. Arrepentidos por lo mucho ... y mal que hemos hecho en los últimos meses y que ha supuesto que ahora paguemos esta penitencia. La de pasar el primer Carnaval del Toro sin carnaval. Por un lado, echando la vista atrás, sintiéndonos afortunados por ser, tal vez, lo último que celebramos antes de la visita del bicho coronavirus, que ya por entonces asomó a las Tres Columnas, aunque por fortuna no llegó a traspasar la fortificada, muy noble y leal Ciudad Rodrigo. Hoy, Viernes de Carnaval, eso sí, nos pondremos el pañuelo alrededor de la garganta para que nos permita sobrellevar el duro trago de recordar a los farinatos y farinatas que nos han dejado durante este último año. Trataremos de arrancar unos minutos al día para soñar, dibujar en nuestra mente, un pregón. El pregón que todos y cada uno de nosotros siempre anhelamos. Con nuestras palabras. Con nuestras expresiones. Cada uno como buenamente Dios nos dé a entender o, mejor dicho, a expresar.

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Preparemos nuestra bota de vino, esa que hemos tenido reposando durante casi un año, esperando darle vida y alegría durante unos días. Que al menos ella también sienta vida por unos días, aunque esa vida sea fingida. Porque una vida sin Carnaval del Toro no es vida, al menos para los que tuvimos la suerte de abrir nuestros ojos por primera vez en Ciudad Rodrigo.

¿Lo escucháis? ¿Lo percibís? El sonido del estruendo de las pezuñas de la manada de bueyes en contacto con la calzada atisba la presencia de los animales en las calles. Mezclado en una simbiosis de armónicos sonidos con los cencerros de los mansos y con las inconfundibles notas que dibuja la Campana Gorda en el cielo de Miróbriga. El corazón aumenta su latido, acelera su ritmo, en una extraña sensación de ruleta rusa, en la que desconoces qué ocurrirá unos segundos después. Adrenalina pura que se torna en una cara de satisfacción por salvar sin contratiempo alguno la primera carrera del primer encierro, o con un rictus contrariado por no haber elegido el lugar idóneo y haber perdido una oportunidad de lucimiento ante la cara de los mansos.

Imaginemos, soñemos con ese ‘campanazo’ que hace fundirnos en un multitudinario abrazo a modo de pistoletazo del Carnaval del Toro. Y compartamos, aunque solo sea de forma virtual, el sentimiento único de amor, de pasión por esta fiesta que, como en ocasiones sucede en el propio recorrido de los encierros, se torna en tragedia. Tragedia representada este año por un maldito virus que se ha llevado por delante a muchos de nuestros seres queridos y que también nos ha robado aquello por lo que nos ilusionamos con un año de antelación. Año a año. Hasta este 2021. Eso sí, a aquellos que hoy, o tal vez mañana, o dentro de una semana, de un mes... leáis estas líneas, pensad que ya queda menos para el Carnaval de 2022. Sueñen con él. Siéntanlo. Y para ello, lo primero será vivir éste, el de 2021, como toca hacerlo. Sin celebración, más allá de la individualidad. Para que nadie más se quede en el camino de la travesía que desde ya mismo iniciamos hacia el Carnaval del Toro 2022.

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Desconozco si el Carnaval de 2022 se podrá celebrar en febrero, en abril, en agosto o en octubre. Pero seguro que nuestro comportamiento, hoy, tendrá algo que ver con ello. Así que, ya que hemos llegado hasta aquí, no lo estropeemos ahora. Eso sí, todos esos que llevan un año con su máscara -que no mascarilla- puesta, aquellos que tienen un rostro tan duro como el hormigón armado y que aún así tratan de disimularlo con una máscara, no se preocupen, porque deberán pasar por el enfrentamiento con las urnas, tarde o temprano, cual duelo entre don Carnal y doña Cuaresma. Aquellos que miran para otro lado cuando los hosteleros piden ayudas porque ya no pueden aguantar más. Aquellos que se pasan las normas por el forro para vacunarse antes que otro. Aquellos que están más preocupados por permitir la mofa, el insulto o las ofensas a la Corona que en solucionar las colas del hambre. A todos ellos, les llegará su San Martín.

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