La España vaciada ahora busca fijar población. Lo que viene siendo que la gente no se vaya de los pueblos, que los que se han ... ido sopesen su regreso y que la inmigración encuentre en nuestras abandonadas zonas rurales la oportunidad que vinieron a buscar. Pero no parece.

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Este diario centenario publicaba el martes “las iniciativas” de tres municipios salmantinos “para fijar población”. Y todavía en pandemia, con la ceniza cuaresmal flotando, el potaje de los pactos catalanes, la torrija de Mañueco y el bacalao de los horarios no pude menos que sumergirme en la lectura de la noticia. Iba confiado. Pensaba que la información era un anticipo de la primavera, con su Pascua, su inmunidad de rebaño, su desescalada despolitizada y un eclosionar de la naturaleza, el turismo y la demografía. Pero tampoco.

Resulta que los ayuntamientos de Huerta, Villar de Gallimazo y Babilafuente van a urbanizar unas parcelas en el casco urbano para construir adosados. Su idea es atraer a parejas jóvenes que apuesten por el medio rural y “fijar población”. Que sí, que menos da una piedra. Pero que no.

Mi relación con los pueblos es la que me lleva cada año a resucitar en Las Arribes charras antes del hornazo. No soy demógrafo ni experto en la cosa migratoria. Pero el sentido común me dice –cuando no me grita- que si las autoridades no implementan servicios básicos de salud, educación, transporte y conexión digital en el agro, no van a fijar un alma. Ni cuerpos dispuestos a mudarse y multiplicarse. O que vengan a fijarse ya multiplicados, que es casi mejor.

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Por lo que tengo visto y oído a los héroes que resisten en los pueblos despoblados la solución pasa por invertir en maestros, médicos y conductores de línea. Porque no hay pueblo sin escuela, centro de salud o parada de autobús, porque de infraestructura sólo falta un wifi con garantías o un internet por cable que permita una conexión con la España llenada y el mundo globalizado. Porque pagan impuestos como todo hijo de vecino y porque reciben menos servicios por seguir siendo del pueblo vecinos y por no tener suficientes hijos que sostengan los servicios insostenibles. Y vuelta la burra al trigo. Que si necesitas te doy, porque das, pero aunque des no te doy para que tengas quien necesite lo ya dado.

Me atrevería a añadir -ya digo, sin ser demógrafo- una política que permitiese a las familias tener todos los hijos que quieren y no pueden. Y ya puestos, un plan para atraer a los migrantes dedicados a la agricultura que no tienen tierra en su país para ofrecerles nuestros campos baldíos y nuestras casas vacías. Igual así llenamos los pueblos de vida y matamos un poco la injusticia.

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