La Feria Ganadera de este año, Salamaq 2020, se va a parecer bastante a un documental de la 2: veremos a las vacas y toros ... en la pantalla. De forma virtual, se dice ahora. Pues eso, virtual. Así, esta sobremesa podré cambiar el ritual de apareamiento de saltamontes boreal por vacas y toros de raza pura y selecta. Y si quiero, también podré comprar uno. Es lo que toca en este año pandémico en lo sanitario y anémico en todo lo demás, en el que el directorio sanitario de la Comunidad, Igea-Casado, sigue apretando, como usted habrá podido comprobar. Una feria heredada de aquella que nos regaló Enrique IV por nuestro apoyo -ocurriría lo mismo con Felipe V y la Plaza Mayor- y nuestro silencio mientras echaba abajo el alcázar en el que se encerró el levantisco Pedro González Ontiveros, que fue desalojado a la fuerza. Quedan restos de aquel castillo y de su torre del homenaje, que podemos añadir a la “Salamanca desaparecida” y su posible museo. Nos callamos entonces y nos callamos ahora, cuando se impide que a un CAEM o Palacio de Congresos puedan ir más de cincuenta personas a escuchar un concierto, enterrando aún más a nuestra industria cultural. ¿De verdad la seguridad de un aforo de mil butacas está en cincuenta espectadores? Parece que sí, según nuestro particular “Dúo Dinámico”.
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El caso es que este año no tendremos vacas en tres dimensiones, de mucha carne y poco hueso, solo virtuales, ni tampoco toros, a los que era tan aficionado Agustín Martínez Bueno, “Agustín Ercilla”, devoto de Ledesma, nuestra Feria, de Pedro Gutiérrez Moya y amigo de cualquier salmantino que dijese que lo era al llegar al hotel “Ercilla” de Bilbao, donde siempre éramos recibidos como en casa. Los exagerados dicen que Agustín ha muerto, lo cual es difícil cuando tanto se le va a recordar. La Feria de Salamanca de este año sí es para morirse. Tampoco tendremos casas ni casetas: las casas de comidas están “aforadas” buscando su extinción y las casetas... Bueno, ya habrá visto que no se han instalado. Uno, sin ir más lejos, que tanto ha despotricado contra las casetas las echa de menos. Así estamos. Tampoco busque caballos ni caballitos. No habrá caballos en el Campo de Tiro, así que no esperamos en él a nadie de la Casa de Alba, incluido el más hípico de ella, Cayetano Martínez de Irujo, ni habrá aliciente para apostar, ni disfrutaremos de sus vistas; pero tampoco habrá caballitos, ni “chocones”, noria, tómbola de los “Cachichi”, “galeón”, perritos piloto y “chochonas”... He puesto en el móvil el sonido característico de los “chocones” por pura nostalgia. Tampoco espere “Mercado” en la Vaguada de la Palma, ni medieval, renacentista o decimonónico, ninguno, y ya veremos qué pasa con el mercadillo del Rastro, que está en cuarentena. Este es el panorama, al que podemos añadir la ausencia de conciertos, cabezudos, charangas, teatro de calle, musical, coloquios taurinos, y la “chundareta” del buen Willy interpretando “El Radiólogo” para acompañar a los concejales a misa... Y, por si se nos ocurría celebrar la feria por nuestra cuenta, el Bocyl del miércoles ya nos ataba corto. A nosotros y a los pucelanos.
Además de vacas y toros virtuales, el Ayuntamiento de Salamanca nos propone funciones virtuales, que por mí se las puede ahorrar. Estoy de lo virtual y las pantallas hasta el mismísimo, así que de acuerdo con mi Victoria Mesonero. Esto le tiene que dar a nuestra Beatriz Arias argumento para muchos guiones (ojo a la paisana, que lo borda) y a Carlos Therón (otro que lo borda) para varias series como la que ya tiene entre manos. Desde aquí le digo a quien corresponda que proteja a la tuna que nos la “virtualizan”.
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