Estoy hasta la coronilla del rollo sociata, con perdón a los sociatas de bien que aún queden, pues quería decir rollo “sanchista”; estoy harto de ... la superioridad moral de esta izquierda bastarda y totalitaria, que no es más que un crecepelo que le han vendido a la España mentalmente vaciada, algo que salta a la vista, basta con tener los neurotransmisores operativos y vivir en el mundo real, el de quienes trabajan (o quieren trabajar) y además intentan cumplir con sus obligaciones ciudadanas, un imposible, pues el Gobierno pone todas las trabas apuntándonos con una pistola en la cabeza para tenernos de rodillas ante su desatada locura de vanidades y torpezas criminales.

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¡Alto, esto es un atraco!, gritan estos impunes allá donde van. Maldigo el día que Pedro Sánchez consiguió echar a Rajoy para ocupar no La Moncloa, sino el lugar del león de la Metro en el universal logo hollywoodiense. Maldigo el devenir de esta España en la que soy extranjero, una suerte de personaje hispano de la novela de Camus del mismo nombre y con música de “The Cure” en el ambiente. Extranjero y prisionero.

Cada día que aparece Toño Sánchez en escena, lo cual le gusta más que a un tonto un lápiz, me pongo amarillo, pues mi hígado se pone a mil, desvaría como un hipopótamo en el desierto: qué hace este tío en mi televisor, en mi vida, en mi periódico, en mi Gobierno, en mi coche oficial, en mi BOE...

El martes, sin ir más lejos, apareció el presidente por el Senado disfrazado de R8 Gordini (por el color azul Francia de su traje). Allí le esperaba Feijóo para su primer encuentro con luz y taquígrafos y que acabó en otro rotundo fiasco, pues a la ya habitual y cansina postura de “mano tendida” del gallego se dio la repetida respuesta del guaperas al PP: no estorben... la democracia soy yo.

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Menos mal que al menos Feijóo no perdió la oportunidad de cantarle las cuarenta a la deidad: “Olvidarse del efecto Feijóo y centrarse en el efecto de la inflación”.

U otro gancho directo a la mandíbula -versión pugilística de Jorge Bustos ayer en “El Mundo”-: “dejar de estar a la altura del independentismo y ponerse a la altura de los españoles”. Pero no se hagan ilusiones, antes de ceder a la evidencia de la cruda realidad y dejar paso al interés común y a la cura, Sánchez nos arrastrará a todos en su mortífera carrera de “autos locos”. No es más que un kamikaze vestido de azul Francia.

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