En enero fue siempre el mes de la cuesta: se veía como una empinada cuesta después de que las familias dejasen sus dineros en los ... excesos de la Navidad. También una cuesta hacia lo ignorado, como sugería Octavio Paz: “Las puertas del año se abren, /como las del lenguaje, / hacia lo desconocido”. Este año, enero está siendo, además, el mes de la curva, no hay manera de rebajarla, de doblarla y aplanarla; está costando sangre, sudor y lágrimas coronar el pico de esta ola de contagios, a pesar de algún que otro dato positivo. Así que sí, tengo ganas de que enero termine, llegue febrero –que es más corto—y pasen los efectos de las Navidades, si como parece son los responsables de esta curva en cuesta. Un febrero sin fiestas, ni ganas y con aires de cabo de año. Acaba de ser el aniversario de la marcha de la gran pintora María Cecilia Martín, que ha coincidido con la de Mercedes Aurora Blanco, cuyos relatos merecerían una antología y siendo una escritora discreta. Los textos premiados y aquellos que se quedaron sin galardón, aunque muchos de ellos estuvieron muy cerca de conseguirlo. Eran relatos escritos con la pulcritud de una mano experta y seductores para cualquier lector. También para un jurado. Un alivio de luto para esta dolorosa época tan empinada y sinuosa.

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Salamanca es una ciudad de notables cuestas, aunque no lo parezca. Las hay famosas, sin duda, como la de Sancti Spíritus, que dispara las tensiones que se toman en el centro de salud de Filiberto Villalobos; la cuesta de Moneo, por la industria que hubo en ella, que oficialmente se llama de Ramón y Cajal, y era famosa por sus olmos y porque al final de ella se despedían los funerales; la “cuesta de los locos” estaba al final de Canalejas, donde el manicomio, que hoy es Facultan de Ciencias de la Educación (¿no es una locura lo de la Educación?) y coincidía con la curva del Espolón; a otro lado de esta tenemos la “curva del Clínico”, que coincide con la cuesta de San Vicente; y así podríamos seguir con las cuestas de San Blas, la de Carvajal, Palominos, Carmen, Raqueta... y otras, que sin llamarse cuesta lo son, como Tentenecio o el Camino de las Aguas a cuya vera nací. Pronto habrá que hablar de la cuesta que escala el Cerro de San Vicente. Parte de estas cuestas se deben a la alberca de Santo Domingo (Gran Vía) y de la Palma, que junto al Tormes crearon los famosos tesos de San Vicente, Catedrales y San Cristóbal. La cuesta en curva de los contagios se achaca a las reuniones navideñas y al “british covid”, pegadizo como una canción del verano.

Febrero tiene una fama horrible. El refranero le llama loco y ruin, para empezar, y también fulero y embustero. Dan ganas de saltárselo, al fin y al cabo, solo tiene veintiocho días. Este año, además, seremos machacados con el aniversario del inicio de todo este tiempo tan lamentable, al que solo la vacuna y un buen tratamiento pondrán alivio. Desde aquí nuestro ánimo a Adolfo García-Sastre, que está en ello. Ánimo también al alcalde, Carlos García Carbayo, confinado, y al concejal Javier García Rubio, ingresado. A todos los afectados, ánimo. Y a sus cuidadores. Y paciencia. Lo lógico es que en febrero no estemos peor que en enero, y en marzo seguro que la mejoría será notable. Aunque siempre hay algo que puede salir mal, qué se yo, que haya partidos políticos se opongan a la recepción de los fondos de recuperación europeos, por ejemplo.

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