Desde lo más profundo del océano sale un grito sordo al mundo.
Publicidad
No tiene nombre, ni apellido, ni futuro porque la existencia es un ramo ... marchito, pisoteado y abandonado en los confines fríos de las aguas.
¿Quién robo la infancia y el porvenir a las voces muertas? Se estremecen los cielos, los estómagos. La mente se pregunta qué puede tener el corazón, de los que sin alma, arrebatan la vida al otro cuyo único pecado fue el sencillo existir.
No hay poder, ni deseo, ni pecado, ni venganza que justifique el robo de la existencia. El mundo maltrata la infancia de tantas maneras, que las llagas del alma se imaginan tan profundas que se hace imposible la cura de la herida. Todo es más grave y despreciable cuando quien te dio la vida en el terreno mundo, se erige Dios con plena potestad para robarla, ahogarla y abandonarla en los vaivenes salados, donde Poseidón se escandaliza del proceder humano.
¿Qué les sucede a los que ponen en entredicho lo más básico y enajenados toman la deriva de la locura? ¿Qué delito tiene la infancia, libre de cualquier sospecha y culpa, para ser el objetivo fácil del descreído orate?
Publicidad
Este ojo que observa llora por la desdicha del inocente que encontró la muerte en la mentira de quien, a todas luces, más debiera defender su vida. Nada de lo que se oculta queda fuera de juicio aquí o allí donde la justicia la imparte quien nos hiciera a todos, insuflando su espíritu a cuerpos y almas. Cómo se puede perder el horizonte de la verdad para esconderse en las profundidades del insondable fondo del mar. ¡No se puede ir más lejos en el abandono!
¡Pobres luciérnagas hechas estrellas en un cielo de olas! No cabe excusa ni perdón para lo imperdonable y no hay nada que contenga en su seno, algo creíble que explique qué sucedió y por qué. Sólo el manto divino acogerá la belleza de la inocencia arrebatada y con su calidez, desterrará los fríos infligidos a los pequeños cuerpos.
Publicidad
Cuánto dolor corre por las venas de los que asistimos impotentes ante tamaño duelo.
Algo falla también en esta sociedad que, descreída, pasa de un duelo a otro con el mismo desdén. Ya nada permanece en el examen de conciencia y mucho menos en el dolor de los pecados, porque el pecado ya no existe y la conciencia está tan asfixiada que no grita. Es necesario conocer que hay hechos que superan el tiempo de lo humano y que por mil vidas que tuviéramos, la verdad de las cosas es siempre la misma.
Allí donde se eleva la luz de la inocencia es el lugar en el que todos deberíamos mirar y enarbolar la bandera de su defensa. Aquello que la vilipendie, la mancille o la mate, debería ser el objetivo más radical de la justicia humana, pues es la indefensión el agravante más inmenso del delito.
Publicidad
¡Dejadme que os arrulle, oh almas puras, con la mejor canción de cuna y un beso infinito!
Disfruta de acceso ilimitado y ventajas exclusivas
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.