Desde hace algunos años el símbolo del festival de Eurovisión es un corazón en cuyo interior se dibuja la bandera del país que acoge cada ... certamen. Precisamente con el corazón votó el sábado un porcentaje muy alto de las miles de personas que mandaron un mensaje de texto o realizaron una llamada y también los miembros de los jurados profesionales de los 40 países participantes. En Turín se estaba viviendo uno de los grandes espectáculos del mundo, pero nadie podía permanecer ajeno a que en Ucrania siguen resistiendo con sangre, sudor y lágrimas a la atroz invasión rusa. Solo así se explica que este país se alzara con el micrófono de cristal como vencedor del concurso. La canción que presentó no es nada del otro mundo, pero el público eurovisivo quiso mandar un mensaje de apoyo sin fisuras demostrando que siempre ha sido un ejemplo de solidaridad, respeto y diversidad.

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Aunque la producción de la RAI italiana no fue todo lo vistosa que esperábamos e incluso cojeó en algunos aspectos, Eurovisión volvió a demostrar al mundo que es un concurso inmortal e imprescindible. Como cada año, los que vibramos con el festival hemos tenido que soportar los comentarios ofensivos de los eruditos musicales que lo tachan de “casposo”, “rancio” y “cutre”. Sin embargo, los que rezuman naftalina son ellos negándose a reconocer una evidencia aplastante. 66 ediciones después, no solo se ha adaptado a los nuevos tiempos, sino que además lo ha hecho con una maestría asombrosa. La audiencia televisiva crece y los comentarios que genera en las redes sociales superan a los de cualquiera otro evento multitudinario.

Una de las grandes noticias que nos ha dejado este festival es el renacer de España. Muy pocos se acordaban ya de cuando nuestro país alcanzó una de las posiciones del ‘top 3’ por última vez. Fue en 1995 con la malagueña Anabel Conde, en un momento en el que el concurso vivía horas bajas que se olvidaron de un plumazo con la llegada de Operación Triunfo siete años después. El sábado Chanel protagonizó una de las actuaciones más espléndidas de la historia española en el certamen. Estamos de acuerdo en que la calidad del tema es mejorable. Sin embargo, la española fue un torbellino sobre el escenario. No hace falta ser un experto para valorar la dificultad que supone bailar como ella lo hizo sin descuidar la parte bocal. Un ‘show’ rotundo e impecable en el que se ensalzaron símbolos tan españoles como la chaquetilla del traje de luces y el abanico. Emblemas de los que tenemos que estar muy orgullosos digan lo que digan los añejos que se creen progres. Chanel calló además las bocas de todos aquellos que la habían machacado tras ganar el Benidorm Fest. La artista soportó comentarios indignos, algunos de los cuales tenían un claro componente machista aunque estaban firmados por mujeres. Sin embargo, en aquel momento se corrió un tupido velo demostrando que en esta país hay clases hasta para sufrir discriminación por razón de género. Qué triste.

No sabemos si la canción favorita de muchos en aquel momento, el “Ay mamá” de Rigoberta Bandini, hubiera superado el ‘chanelazo’. Yo estoy convencido de que también era una bomba. Pero lo cierto es que tenemos que estar muy orgullosos del papel realizado. Hay que recordar que solo hemos sido rebasados por el corazón de Ucrania y por uno de los cantantes más espectaculares que se han visto en la historia de Eurovisión, el británico Sam Rayder. Además, hemos superado a otros claros favoritos como Italia y Suecia. Por si fuera poco, nos han votado con la máxima puntuación en países como Armenia, donde ni por asomo soñábamos con conquistar a su jurado.

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¿Y ahora qué? Ya no cabe ninguna duda de que España tiene que seguir apostando fuerte por Eurovisión. El Benidorm Fest es una gran idea para darle el sitio que merece. Y sobre todo, nos hemos convencido de que, medio siglo después del “La, la, la”, podemos ganar este concurso inmortal pese a quien pese.

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