ESTOY harto de estar encerrado. Estoy harto de llegar a pensar que el día que tengamos doscientos muertos diarios, será una buena cifra. Estoy harto ... de vivir en el día de la marmota, de olvidar si es lunes o jueves, de tener la sensación de que las horas no pasan. Estoy harto, muy harto.

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Y estoy harto de que ahora que el país va despacio, se dediquen a contarnos mentiras (tralará). Que nos traten de esconder la verdad, para que sigamos en casa encerrados y calladitos. Estoy harto de no saber nada, ni ahora, ni para mañana. De ver cómo se improvisa, se rectifica, se ignora la coherencia. Porque van a poder salir los menores de doce años. Bueno no, mejor de catorce, pero solo van a poder ir al súper, o al banco, o al estanco... Bueno no, mejor que puedan salir a dar un paseo, pero de ocho de la mañana a diez de la noche. Bueno no, mejor de nueve de la mañana a nueve de la noche.

Estoy harto de los hipócritas de balcón, los que se dedican a insultar por la ventana a los que están en la calle ejerciendo de Santa Inquisición, sin tener ni idea de quién va a dónde. Tampoco les importa. Estoy mucho más harto de los que dejan mensajes anónimos para los que tienen que estar al pie del cañón (sanitarios, personal relacionado con la alimentación, transportistas...), pero luego salen a las ocho a dar unos aplausos que cada día suenan más vacíos.

Estoy harto del “Resistiré”, de los DJs de balcón que tenemos que sufrir a diario, porque ellos han decidido que poner su música, la que les gusta a ellos, es lo mejor para todos los demás vecinos. Y estoy harto de no poder quejarme, de no poder decir que no me gusta esa música, que estoy harto de aplaudir, que me he cansado de esperar a que nos den soluciones los mismos que nos han creado el problema, con nuestro líder Pedro Sánchez a la cabeza de un barco que debería llamarse Titanic.

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Y sé que no soy el único que está harto, que lo estamos muchos, que si rompiéramos el silencio, que es lo que ahora nos han marcado como políticamente correcto, a más de uno íbamos a poner en un brete. Y quizá empieza a no ser mala idea, quizá va llegando el momento de empezar a decir verdades. Y puede que lo haga, aunque, en este momento, solo estoy harto.

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